Aristóteles: el primer principio.

Extractos de obras

Ahora debemos decir si corresponde a una ciencia única o a ciencias diferentes el estudiar las verdades que se llaman axiomas en matemáticas, y la substancia. Es evidente que el estudio de estas cuestiones constituye una sola ciencia que es la filosofía. Porque los axiomas comprenden a todos los seres, y no a un género con exclusión de los demás. Y todos los hombres se sirven de los axiomas, porque los axiomas pertenecen al ser en cuanto ser, y cada género lo es del ser. Pero sólo se sirven de ellos en la medida que les conviene, es decir, en la medida en que los abarca el género sobre el que hacen sus demostraciones. Así, puesto que es evidente que los axiomas se aplican a todos los seres en cuanto seres, pues el ser es lo común a todos, el estudio de estas verdades depende del conocimiento del ser en cuanto ser. Por ello ninguno de los que se encierran en el estudio de una ciencia particular intenta decir nada sobre estos axiomas, si son verdaderos o no, ni el geómetra ni el aritmético lo hacen. En cambio lo han intentado algunos físicos, cuya actitud por otra parte era fácil de entender, ya que pensaban que eran los únicos en considerar la naturaleza entera y el ser. Pero, puesto que hay uno que está aún por encima del físico, ya que la naturaleza es sólo un género determinado del ente, a éste, que estudia lo universal y la substancia primera, corresponde también el examen de estas verdades. La física es una clase de sabiduría, pero no la primera. En cuanto a las tentativas de algunos [filósofos] para determinar las condiciones de la verdad de las proposiciones, se deben a la ignorancia de los Analíticos. Es necesario conocer los Analíticos antes de abordar ninguna ciencia, y no investigar sin haberlos conocido.

Es evidente pues que corresponde al filósofo, es decir, al que estudia la naturaleza de toda sustancia, estudiar también los principios del razonamiento silogístico. Pero cuando se posee mayor conocimiento en cada género de cosas se es más capaz de indicar los principios más ciertos en este dominio. Por tanto el que conoce los seres en cuanto seres es quien conoce los principios más ciertos de todas las cosas. Y éste es el filósofo.

El principio más cierto de todos es aquél respecto del cual es imposible equivocarse. Es necesario que este principio sea el más conocido, ya que todos se equivocan siempre sobre lo que no conocen. Y que no sea hipotético, porque un principio cuya posesión es necesaria para comprender cualquier ser no es una hipótesis. Y lo que es necesario conocer para conocer cualquier cosa, debe poseerse también de antemano. Es evidente que este principio es el más cierto de todos.

Vamos ahora a decir cuál es este principio: es imposible que el mismo atributo pertenezca y no pertenezca al mismo sujeto al mismo tiempo y en el mismo sentido sin perjuicio de otras determinaciones que podrían añadirse para impedir dificultades lógicas. Este es pues el más cierto de todos los principios, ya que responde a la definición dada. En efecto, no es posible concebir que la misma cosa es y no es, como algunos creen que dice Heráclito. Pero no es forzoso pensar todo lo que se dice. Y si no es posible que los contrarios pertenezcan a un mismo sujeto (debemos añadir a esta premisa todas las determinaciones habituales), y si una opinión que es contradictoria a otra es su contraria, es evidentemente imposible para un mismo hombre pensar al mismo tiempo que la misma cosa es y no es, pues caería en el error el que creyese tener opiniones contrarias simultáneas. Por ello toda demostración se reduce a este último principio, ya que es naturalmente principio, incluso para todos los demás axiomas.

Hay filósofos que, como hemos dicho, pretenden que la misma cosa puede ser y no ser, y que esto puede pensarse. También un gran número de físicos se expresan de este modo. En cuanto a nosotros, acabamos de reconocer que es imposible para una cosa ser y no ser al mismo tiempo, y por este medio hemos hecho ver que este principio es el más cierto de todos. Algunos filósofos piden una demostración incluso para este principio; pero lo hacen por ignorancia. La ignorancia de no distinguir lo que necesita demostración y lo que no la necesita. Es absolutamente imposible demostrarlo todo; iríamos a parar al infinito, de modo que tampoco habría demostración. Y si hay verdades cuya demostración no hay que buscar, dígase para qué principio hay que buscarla menos que para éste.

Sin embargo es posible establecer por vía de refutación la imposibilidad de que la misma cosa sea y no sea, sólo con que el adversario diga algo. Si no dice nada, sería ridículo tratar de razonar a uno que no tiene razón. Y entonces un hombre así es semejante a una planta. Pero establecer por vía de refutación es una cosa muy distinta que demostrar, a mi modo de ver: una demostración parecería no ser más que una petición de principio, pero cuando es el otro el responsable de tal petición de principio, será una refutación y no una demostración. El principio de todos los argumentos de esta naturaleza no consiste en pedir al adversario que diga que alguna cosa es o no es, porque se podría tal vez creer que esto es suponer lo que está en cuestión; sino que diga al menos algo que tenga una significación para él mismo y para el otro. Esto es necesario si quiere realmente decir algo, si no, un hombre así no sería capaz de razonar ni consigo mismo ni con otro. Si se logra este punto, podrá haber demostración [por refutación] porque habrá algo definido.

Metafísica, IV, 3 y 4 principio. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos: edad antigua, Herder, Barcelona 1982, 5ª. ed., p.76-78).