Agustín de Hipona: el tiempo.

Extractos de obras

Capítulo XIV

Por tanto, no hubo un tiempo en que no hicieras nada (Dios), porque el tiempo mismo es obra tuya. Ningún tiempo es eterno como tú, porque tú eres inmutable, y el tiempo si fuera inmutable no sería tiempo. Entonces, ¿qué es el tiempo? ¿Quién podrá explicarlo de una manera fácil y breve? ¿Quién podrá comprenderlo con el pensamiento para explicarlo luego con la palabra? Y sin embargo, ¿qué cosa hay más familiar y conocida que el tiempo que solemos mencionar en nuestras conversaciones? Cuando hablamos de él, sabemos bien lo que decimos. Y también lo sabemos cuando oímos a otros hablar de él.

En definitiva, ¿qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quisiera explicárselo al que me lo pregunta, no: lo sé. Lo único que digo con seguridad es que sé que si nada pasara, no habría tiempo pasado, y si nada viniera, no habría tiempo futuro, y si nada existiera, no habría tiempo presente. Pero esos dos tiempos, el pasado y el futuro, ¿cómo pueden existir, si el pasado ya no existe y el futuro todavía no existe? En cuanto al presente, si siempre fuera presente y no llegara a ser pasado, ya no sería tiempo, sino eternidad. Y si el presente, para ser tiempo, necesita que llegue a ser pasado, ¿cómo decimos que existe el presente, si su razón de ser consiste en dejar de ser, de modo que en realidad no podemos decir que existe el tiempo sino en cuanto tiende a no existir?

Capitulo XV

Y sin embargo, hablamos de «mucho tiempo» y de «poco tiempo», y esto sólo podemos decirlo del tiempo pasado y del tiempo futuro. Llamamos, por ejemplo, mucho tiempo pasado a lo sucedido hace cien años, y llamamos mucho tiempo futuro a lo que sucederá dentro de cien años. Por otra parte, llamamos, por ejemplo, poco tiempo pasado a lo sucedido hace diez días, y poco tiempo futuro, a lo que sucederá dentro de diez días. Pero, ¿cómo puede ser mucho tiempo o poco tiempo lo que no existe? Porque el pasado ya no existe y el futuro todavía no existe. Por eso, no debemos decir: «Es mucho tiempo», sino que, con respecto al pasado, debemos decir que «fue mucho tiempo», y con respecto al futuro, que «será mucho tiempo».[...]

Según esto, el tiempo presente, el único que decíamos que se podía llamar mucho tiempo, apenas se reduce al espacio de un día. Pero si examinamos esto un poco más, veremos que ni siquiera un día está todo él presente. En efecto, el día se compone de veinticuatro horas, contando las horas del día y de la noche. La primera de esas horas tiene a todas las demás como futuras. La última tiene a todas las demás como pasadas. Cualquiera de las horas intermedias tiene a unas ya pasadas y a otras todavía como futuras. Hasta una misma hora está compuesta de momentos que pasan. El instante transcurrido es ya pasado, el instante que aún queda, es futuro.

Por consiguiente, si hay algo de tiempo que puede concebirse como indivisible en partes por muy pequeñas que sean, sólo ese momento debe considerarse como presente. Pero ese momento vuela tan rápidamente del futuro al pasado que no se detiene ni siquiera un instante. Si se detuviera, se dividiría en pasado y futuro y el presente no tendría espacio alguno.

¿Dónde está entonces el tiempo que podemos llamar mucho tiempo? ¿Será acaso el futuro? Es claro que no podemos decir que el futuro «es mucho tiempo», porqueaún no existe lo que debería ser mucho tiempo. Por eso, debemos decir más bien que «será mucho tiempo». ¿Y cuándo lo será? Porque si aún entonces fuera todavía futuro, no podrá ser mucho tiempo, ya que aún no existe lo que habrá de ser mucho tiempo. Y si fuera mucho tiempo, cuando comenzara ya a existir, al salir del futuro, que todavía no existe, y se hiciera presente para llegar a ser mucho tiempo, el tiempo presente dice ya a grandes voces por las razones anteriores que el futuro no puede ser mucho tiempo.

Capítulo XVI

A pesar de todo, Señor, notamos los intervalos de tiempo y podemos compararlos entre sí y decimos que unos son más largos y otros más cortos. Medimos también en qué cantidad un tiempo es más largo o más corto que otro, y decimos que este tiempo es doble o triple y que aquél es sencillo o que este tiempo es tanto como aquél.

Evidentemente medimos el tiempo que pasa cuando lo medimos sintiéndolo. Pero el tiempo pasado que ya no existe o el futuro que todavía no existe, ¿quién podrá medirlos? A no ser que uno se atreva a decir que puede medirse lo que no existe. El tiempo puede sentirse y medirse cuando está pasando. Cuando ya ha pasado, no puede hacerse, porque no existe. [...]

Capítulo XX

Lo que ahora está claro y patente es que no existe ni el futuro ni el pasado, ni se puede decir con propiedad que hay tres tiempos: el pasado, el presente y el futuro. Quizá sería más exacto decir que los tres tiempos son: el presente de las cosas pasadas, el presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras. Estas son tres cosas que hay dentro del alma y fuera de ella no las veo. El presente de las cosas pasadas es la memoria. El presente de las cosas presentes es la visión. Y el presente de las cosas futuras es la espera.

Si se me permite hablar así, veo estos tres tiempos y confieso que los tres existen. Podría decirse también: «Hay tres tiempos: pasado, presente y futuro.» Así lo decimos habitualmente, pero de manera impropia. Pase, que yo no me cuido de ello, ni me opongo, ni lo repruebo, con tal de que se entienda lo que se dice y no se crea que existe el futuro y el pasado. Hay realmente pocas cosas que expresamos con propiedad. Muchas las decimos de manera impropia, pero se comprende lo que queremos decir. [...]

Como acabo de decir, medimos el tiempo cuando pasa. Y si alguno me dijera: «¿Cómo lo sabes?», le respondería: «Lo sé, porque lo medimos, y porque las cosas que no existen no pueden medirse, y porque el pasado y el futuro no existen.»

El tiempo presente ¿cómo lo medimos, si no tiene espacio? Lo medimos cuando está pasando, no cuando ya ha pasado, porque entonces ya no existe lo que se va a medir. Pero ¿de dónde, por dónde y adónde pasa cuando lo medimos? ¿De dónde, sino del futuro? ¿Por dónde, sino por el presente? ¿Adónde, sino hacia el pasado? Por tanto, el tiempo viene de lo que aún no existe. Pasa por lo que carece de espacio. Y va hacia lo que ya no existe.

Y ¿qué medimos sino el tiempo en el espacio? Porque no decimos sencillo o doble o triple o igual y otras cosas parecidas relativas al tiempo sino refiriéndonos a espacios de tiempo. Entonces, ¿en qué espacio de tiempo medimos el tiempo que pasa? ¿En el futuro de donde viene? No, porque lo que aún no existe, no se puede medir. ¿Tal vez en el presente por donde pasa ? Tampoco, porque no se puede medir un espacio que no existe. ¿Quizá en el pasado hacia donde va? Tampoco, porque no se puede medir lo que ya no existe. [...]

Capitulo XXIII

Oí decir a un hombre docto que el tiempo es el movimiento del sol y de la luna y de las estrellas. Pero no estoy de acuerdo. ¿ Por qué el tiempo no habría de ser más bien el movimiento de todos los cuerpos? Si cesara el movimiento de los astros y se moviera la rueda de un alfarero, ¿no habría tiempo para medir las vueltas que daría y decir que tardaba tanto tiempo en unas como en otras, o que se movía en unas más lentamente y en otras más rápidamente, o que unas duraban más que otras? Al decir esto ¿no hablamos nosotros también en el tiempo? ¿Habría en nuestras palabras unas sílabas largas y otras sílabas breves, si no fuera porque las largas duran más tiempo.

[...]

Capítulo XXVII

[...]

Y no obstante, medimos el tiempo. No el tiempo que aún no existe, ni el que ya no existe, ni el que no se dilata con alguna duración, ni el que no tiene fin. En una palabra, no medimos ni el tiempo futuro, ni el pasado, ni el presente, ni el que está pasando. Y no obstante, podemos medir el tiempo.

Deus creator omnium: Dios creador de todo. Este verso consta de ocho sílabas, alternando las sílabas breves y las sílabas largas. Las cuatro breves  -la primera, la tercera, la quinta y la séptima- duran un solo tiempo con respecto a las cuatro largas -la segunda, la cuarta, la sexta y la octava-. Cada una de las sílabas largas dura doble tiempo con respecto a cada una de las sílabas breves. Las pronuncio y las repito y compruebo que es así en cuanto me permite sentirlas claramente el oído. Si tengo un oído fino, puedo medir la sílaba larga por la breve y advierto que la larga dura justamente el doble.

Pero cuando se pronuncia una sílaba detrás de otra, si la primera es breve y la segunda larga ¿cómo podré detener la breve y cómo podré aplicarla a Ia medida de la larga para comprobar que la larga dura exactamente el doble siendo así que la larga no empieza a sonar hasta que no termina de sonar la breve? Y la propia sílaba larga, ¿la mido como presente, siendo así que no puedo medirla más que cuando ha terminado? Su terminación es su tránsito hacia el pasado. Entonces, ¿qué es lo que mido? ¿Dónde está la sílaba breve con la cual mido? ¿Dónde está la larga que quiero medir? Ambas sonaron, desaparecieron, pasaron y ya no existen. Y sin embargo, puedo medirlas y respondo con absoluta confianza que puede uno tener un oído experimentado y sabe que la sílaba breve dura un tiempo y la larga dos tiempos. Y esto no podría hacerse más que porque las sílabas han pasado y han terminado de ser pronunciadas.

Por consiguiente, no son esas sílabas, que ya no existen, las que mido. Mido algo de mi memoria que permanece fijo en ella.

En ti, alma mía, mido yo el tiempo. No me importunes que así es. No te aturdas con la multitud de tus sensaciones. En ti, vuelvo a repetir, mido yo el tiempo. La sensación que en ti producen las cosas que pasan y que permanece cuando han pasado, es lo que yo mido como presente. No mido las cosas que han pasado para causar esa sensación. Cuando mido el tiempo, mido esa sensación Luego o esta sensación es el tiempo o yo no puedo medir el tiempo.

¿Y qué pasa cuando medimos el silencio y decimos que aquel silencio duró tanto tiempo como aquella voz? ¿No extendemos el pensamiento para medir la voz, como si se oyera, para poder determinar algo de los intervalos de silencio en un espacio de tiempo? Es evidente que estando en silencio podemos recitar con el pensamiento poemas y versos y cualquier discurso, y realizar cualquier otra cosa medible, y hablamos del espacio de tiempo y de la duración de uno con respecto a otro, y lo hacemos de la misma manera que si habláramos de esas cosas en voz alta. Supongamos que uno quisiera emitir una voz bastante larga y estableciera en su pensamiento la duración de la misma. Es evidente que al obrar así, estableció en silencioese espacio de tiempo y pasándolo a la memoria, comenzó a emitir aquella voz que se oye hasta llegar al término establecido. Es claro que la voz se oyó y se oirá. La parte de la voz que ya llegó a término, ciertamente se oyó. La parte de ella que queda se oirá y así llega a su término mientras la atención presente traslada el futuro hacia el pasado, haciendo disminuir el futuro y haciendo crecer el pasado, hasta que desaparezca todo el futuro y se haga así todo pasado.

Capitulo XXVIII

Pero ¿cómo puede disminuirse o desaparecer el futuro que aún no existe, o cómo puede aumentar el pasado que ya no existe, si no es porque esas tres cosas existen en el alma, que es quien las realiza? Efectivamente, el alma espera, observa y recuerda, porque lo que espera pasa por lo que observa hacia lo que recuerda.

¿Quién puede negar que el futuro todavía no existe? Y sin embargo, existe en el alma la espera de lo futuro. ¿Quién puede negar que el pasado ya no existe? Y no obstante, sigue presente en el alma la memoria del pasado. ¿Quién puede negar que el presente carece de espacio, ya que pasa en un instante? Y sin embargo, perdura la atención por la que pasa hacia el no ser lo que existe.

Por consiguiente, el tiempo futuro no es largo, porque no existe. Un futuro largo es sólo una larga espera del futuro. El pasado tampoco es largo, porque ya no existe. Un pasado largo es sólo un largo recuerdo del pasado.

Supongamos que me pongo a cantar una canción que sé. Antes de empezar, mi espera se extiende a toda la canción. Una vez que he empezado a cantarla, cuanto voy quitando de aquella espera hacia el pasado, otro tanto se va extendiendo mi recuerdo, y se extiende la vida de esta acción mía en mi memoria por lo que he cantado y en la espera por lo que aún tengo que cantar. Mi atención está presente, y por ella pasa lo que era futuro para hacerse pasado. Y cuantas más veces se realiza esto, otras tantas se prolonga el recuerdo y se acorta la espera hasta que llega a desaparecer del todo, cuando toda aquella acción ya terminada pasa a la memoria.

Lo que sucede con la canción, sucede también con cada una de sus partes y con cada una de sus sílabas. Y esto sucede igualmente con una acción más larga de la que formara parte, por ejemplo, aquella canción. Lo mismo acontece con la vida total del hombre de la que forman parte cada una de sus acciones. Y lo mismo sucede con la vida completa de la humanidad de la que forman parte las vidas de cada uno de los hombres.

Confesiones, libro XI (Akal, Madrid 1986, p.296-313.)