En Oriente, ya sea en la India o en la China, la flor de loto, o nenúfar, se ha considerado desde siempre la imagen de lo sagrado. Ello proviene del propio proceso natural de esta flor, pues nace del barro, crece las aguas estancadas pero, al final, se manifiesta en todo el esplendor de su blancura sin haber sido manchada por su paso por los mundos intermedios. En su diccionario, Jean Chevalier cita el segundo apartado del Anguttara Nikaya, donde Buda dice: “Así como un loto puro, admirable, no queda mancillado por las aguas, yo tampoco estoy mancillado por el mundo”. Por la perfección geométrica con la que se produce la abertura de sus pétalos, el loto simboliza el despertar de la conciencia trascendente, su significado varía según el número de pétalos que componen la flor. Según Cirlot, la flor de loto que emerge del ombligo de Vishnú simboliza el universo que evoluciona fuera del sol central, el punto, el “motor inmóvil”.