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Confieso con toda el alma que a la advertencia dada por David Hume es a lo que debo el haber salido hace ya muchos años del sueño dogmático y el haber dado a mis investigaciones filosóficas en el campo de la especulación una dirección completamente nueva. Me hallaba muy lejos de compartir su opinión acerca de las consecuencias, que no eran tales sino porque él no había considerado la cuestión más que en una de sus partes, en lugar de tomarla en su conjunto, como aquélla lo exigía para que la cuestión pudiera ser resuelta, aunque sólo hubiera sido parcialmente. [...] Me aseguré, pues, antes que todo, de si podía generalizarse la objeción de Hume, y no tardé en darme cuenta de que el concepto de enlace de causa y de efecto no era ni con mucho el único de que se sirve el entendimiento en sus enlaces a priori de las cosas, y que de tal modo es así que la metafísica entera depende de nociones de este género.
Prolegómenos a toda metafísica futura, Prefacio, en Crítica de la razón pura y Prolegómenos a toda metafísica futura (El Ateneo, Buenos Aires 1950, p. 581). |