W. Köhler (1917 y 1921) realizó en Tenerife ciertos experimentos con monos antropoides. Se trataba de chimpancés hambrientos encerrados en unas jaulas. Fuera de éstas, había racimos de plátanos, a tal distancia, que directamente era imposible tomarlos; pero al alcance de los simios había unos palos que se podían ensamblar unos con otros; sólo así era posible cumplir el cometido.
Los chimpancés intentaron primeramente alcanzar el objetivo -plátanos o cerezas- por la vía directa; p. ej., asestaban fuertes golpes contra la cerradura de la jaula, etc.
Pronto encontraron unos medios auxiliares que les posibilitaban indirectamente la tarea. Si los plátanos estaban fuera, tirados por el suelo, en el interior contaban con unos recursos válidos -palos que se podían introducir unos dentro de otros-. Si se habían colocado los frutos sobre el techos delas jaulas, tenían a su disposición cajones que podían superponerse.
Antes de la comprensión de la situación Köhler observó que los chimpancés reflexionaban. Estaban desarrollando un comportamiento interior de tanteo, en el plano de las representaciones. La meditación les condujo al fin a la compresión.
La comprensión tuvo lugar súbitamente y se denomina vivencia «¡éureka!». Köhler creyó adivinar un brillo especial en la mirada de los animales y la inmediata solución en una serie de movimientos ininterrumpidos.
La comprensión consistió, por tanto, en introducir los palos unos dentro de otros para prolongar el brazo prensor -dirección horizontal-. Si se trataba de alcanzar los plátanos colocados sobre el techo de la jaula, la comprensión apuntó a acortar distancias -dirección vertical-, mediante la construcción de una torre con los cajones superpuestos de tal forma que les permitiese encaramarse hasta la comida.
Se observó que los chimpancés que habían aprendido a «estirar» el brazo con ayuda de los palos fueron también los primeros en superponer correctamente los cajones. Habían comprendido la estructura de la primera situación y fueron capaces, pues, de reestructurar más rápidamente la segunda.
M. Popp, Los conceptos fundamentales de la psicología, Herder, Barcelona 1980, p. 115-116. |