Buenaventura: contra los errores de los filósofos

Extractos de obras

6, 1. Vio Dios que la luz era buena, y dividió la luz de las tinieblas, etc... Por la primera visión de la inteligencia dada por la naturaleza se ha tomado esta expresión: Vio Dios la luz. Esto es, hizo ver. De esto se ha hablado antes en dos colaciones, y primeramente en cuanto hizo ver por la consideración científica, según que la luz irradia como verdad de las cosas, como verdad de las palabras y como verdad de las costumbres. Y han sido distinguidas nueve partes de la filosofía, cuyos rayos principales son tres, y son del dictamen de la luz eterna, según san Agustín. Asimismo, que vio, esto es, que hizo ver por la contemplación sapiencial, iluminando al alma en sí misma como en espejo, en la inteligencia como en medio manifestativo, en la luz increada como objeto fontal, según seis condiciones que imprime en la mente; según las cuales asciende a aquella luz, razonando, experimentando, entendiendo, como queda dicho. Y a esto llegaron los filósofos, y los nobles y dignos de entre ellos llegaron a conocer que Dios es principio y fin y razón ejemplar.

6, 2. No obstante, Dios dividió la luz de las tinieblas, para que así como fue dicho de los ángeles, se diga de los filósofos. Pero, ¿por qué razón se dice que siguieron algunos las tinieblas? Porque, aun cuando todos vieron que la causa primera es el principio y el fin de todas las cosas, se diversificaron en cuanto al medio. Porque algunos negaron que existen en ella los ejemplares de las cosas; de los cuales el principal parece haber sido Aristóteles, que al comienzo y al fin de la Metafísica y en muchos otros lugares execra las ideas de Platón. De donde dice que Dios no conoce otra cosa que a sí mismo y que no tiene necesidad de conocimiento de ninguna otra cosa, y mueve en cuanto deseado y amado. De aquí afirman que Dios no conoce nada o al menos no conoce ninguna cosa particular. Por eso, el principal de ellos, Aristóteles, impugna la teoría de las ideas también en los Éticos, donde afirma que el supremo bien no puede ser idea. Y las razones que de ello da no tienen valor alguno y las refuta el Comentador.

6, 3. De este error se sigue otro, a saber, que Dios no tiene ni presciencia ni providencia; lo que es una consecuencia que se sigue evidentemente si no tiene en sí las razones de las cosas por las que pueda conocerlas. Dicen también que no hay verdad acerca de lo futuro sino únicamente sobre los futuros necesarios; y que la verdad sobre lo contingente no es verdadera. Y de esto se sigue que todas las cosas advendrían por acaso o por necesidad fatal. Y porque es imposible que sean hechas por acaso, por eso los árabes introducen la necesidad fatal, a saber, que las sustancias espirituales, que mueven el orbe, son las causas necesarias de todo. De esto se sigue que se oculta la verdad en la disposición del mundo según penas y glorias. Porque si las sustancias espirituales mueven sin posibilidad de error, no pueden existir ni el infierno ni el demonio; y Aristóteles no afirmó jamás la existencia del demonio ni de la bienaventuranza después de esta vida, según parece. Ése es, pues, el triple error, a saber, la ocultación de la ejemplaridad, de la divina providencia y de la disposición del mundo.

6, 4. De estos errores se sigue triple ceguera u obscuridad, a saber, de la eternidad del mundo, que parece enseñar Aristóteles, según los doctores griegos como Gregorio Niseno, Gregorio Nacianceno, Damasceno, Basilio y todos los comentadores árabes, los cuales dicen que Aristóteles sintió esto, y sus propias palabras parece que suenan a esto. Nunca hallarás que Aristóteles diga que el mundo tuvo comienzo; antes bien redarguye a Platón, quien parece haber sido el único que enseñó el comienzo de los tiempos. Y eso repugna a la luz de la verdad.

De esto se sigue otra ceguera, la de la unidad del entendimiento, porque si se pone el mundo eterno, necesariamente se sigue una de estas cosas: o que las almas son infinitas en número, habiendo sido infinitos los hombres, o que el alma es corruptible, o que existe la transmigración de un cuerpo a otro; en fin, que el entendimiento es uno en todos, error éste que se atribuye a Aristóteles según el Comentador.

De estos dos errores se sigue que no existe ni felicidad ni pena después de esta vida.

6, 5. Así pues, estos filósofos cayeron en errores y no fueron divididos de las tinieblas; y éstos son errores pésimos. Y todavía no han sido cerrados con llave los pozos del abismo. Éstas son las tinieblas de Egipto; porque aun cuando parecía haber en ellos gran luz por las ciencias precedentes, toda ciencia queda extinguida por estos errores. Y otros, viendo que fue tan grande Aristóteles en las otras ciencias y que así dijo verdad, no pueden creer que en estas cosas no haya dicho verdad.

Colaciones sobre el Hexámeron, colación 6 (en F. Canals Vidal, Textos de los grandes filósofos. Edad Media, Herder, Barcelona 1979, p. 84-86).