La ideología patriarcal es precisamente no-pensamiento acerca de la mujer. No se trata de que sea un pensamiento falso, sino de un no-pensamiento, como lo es el racismo en el análisis de J.P. Sartre. Axiomas racistas tales como «el indígena es perezoso» -y que en un contexto de explotación colonial serían enunciados analíticos, en el sentido de que un niño, cuando los aprende, aprende su significado al mismo tiempo que «su valor de verdad»- no puede decirse que sean ni hayan sido jamás un pensamiento: el pensamiento, íntimamente unido al proyecto práctico de la libertad, es, en la acción, clave de desciframiento, problemática y siempre discutible, de la acción misma [...] Si los axiomas racistas nacieron con el sistema colonial mismo -no se constituyó éste a consecuencia de que se hicieran experimentos previos acerca de lo perezosos o lo diligentes que eran los indígenas-, los misóginos son tan viejos como el patriarcado y se han transformado incluso mucho menos que las diversas modalidades que históricamente éste ha revestido y reviste. Son, más que enunciados en los que se afirmaría algo acerca de algo, de aguien o «álguienes», guiños autodesignadores que vendrían a decir: «tú eres de los nuestros y estás en nuestro pacto, ¿verdad que nos entendemos?, ¿qué sabemos, a priori, de qué hablamos? Lo de menos es decir algo sobre los colonizados o sobre las mujeres (ni siquiera se los problematiza como objetos de un discurso en el que habría algo que discutir). [...] Precisamente por ello, estas frases, tópicos o lugares comunes, se repiten hasta el infinito: forman parte de las reglas prácticas de constitución de los pactos seriales así como de la configuración del topos de referencia que les es correlativa.
«Con las mujeres ya se sabe». «Se»: es decir, ese saber es patrimonio genérico de los varones y se pretende producto de su experiencia práctica. Se sabe ya, es decir, no hay nada de qué informarse, nada que aprender ni nada que comunicarse.
Las mujeres tenemos todavía mucho que pensar y dar que pensar para salir del lugar de lo no-pensado. Del lugar del no-reconocimiento, de la no-reciprocidad, por tanto, de la violencia. El feminismo, como todo proceso emancipador, es fuente de pensamiento interpretativo, suministra nuevas claves de desciframiento de lo real en tanto que es un proyecto de reconstrucción de la realidad social sobe la base de nuevos e insólitos pactos.... Pactos donde lo pactado- y, por ende, lo excluido como sujeto activo del pacto- no fueran las propias mujeres como genérico. Una sociedad, en suma, no constituida por pactos patriarcales...
C. Amorós, Notas para una teoría nominalista del patriarcado, en «Asparkía. Investigacion feminista», 1 (1992); citado según G. De Martino y M. Bruzzese, Las filósofas, Cátedra-Universitat de València-Instituto de la mujer, madrid 1996, p. 574-575. |