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Alexandre Laborde, El Pont del Diable, Martorell (el Baix Llobregat), 1806.

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Es un símbolo de unión, puesto que todo puente une dos partes separadas por un accidente geográfico, un río un valle, etcétera. Así, en el camino de la iniciación, los puentes son los momentos en que es posible superar un contratiempo o un obstáculo. Los puentes son, por esa misma razón, lugares de tránsito, de cambio, nadie se establece en un puente. Louis Cattiaux trasladó la función física del puente al campo espiritual: “La religión es como el puente que nos religa a la salvación de Dios. Cruzaremos el puente para alcanzar la ciudad santa del Señor de vida, de amor y de paz.” El Pontífice, del latín pontifex, es el que hace puentes o hace de puente, entre este mundo y el mundo divino o celestial. Por este motivo el Arco Iris se considera simbólicamente un puente que nació para unir el cielo y la tierra a partir del pacto que Dios hizo con la humanidad después del Diluvio. En la tradición popular europea existen muchas leyendas que explican la construcción de un puente en una noche por el mismísimo diablo como consecuencia de una apuesta con un santo o con un hombre para conseguir su alma, sin embargo, sin embargo, el inesperado canto de un gallo que anuncia la mañana siempre salva al ser humano de su extravío.