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El ojo es símbolo tanto de ver como de origen de la luz, que permite ver, y esta doble significación es tanto exterior como, sobre todo, interior. Esta relación llevada a un extremo enseña que el Sol es el ojo de Dios, o bien el Sol y la Luna. De ahí que se pueda hablar de la visión de la realidades superiores o metafísicas en contraposición a la visión ignorante. También se habla de un ojo que ve en la oscuridad, o también, como explica Karl von Eckharthausen, del ojo del corazón o el sensorium de que para este autor sería el órgano receptor de la luz interior. En muchas tradiciones, quien pierde la vista exterior, gana la vista interior o el don de la adivinanza, como es el caso de Tiresias, que Hera, enojada con él, lo cegó, y que Zeus para recompensarle, le dio el don profético (pues ningún dios puede cambiar los designios de otro). El udjat, el ojo de Horus que aparece profusamente en el arte egipcio tenía un papel protector. Horus perdió uno de sus ojos en el transcurso de sus luchas con Set, pero Thot lo sustituyó por el udjat, con lo que no solo pudo recuperar la vista sino que además tenía poderes especiales y por eso Horus lo utilizó para devolverle la vida a Osiris. El tercer ojo que Shiva tiene en su frente indica clarividencia y visión del otro mundo. En algunas tradiciones los dos ojos se identifican con el sol y la luna mientras que es tercer ojo se relaciona con el fuego.