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Como primero llegamos a establecer una característica del yo propiamente dicho, en cuanto es posible diferenciarlo del ello y del super yo, es considerando su relación con la parte más extensa y superficial del aparato anímico, a la que damos el nombre de sistema percepción-conciencia. Este sistema está vuelto hacia el mundo exterior, facilita las percepciones del mismo y en él nace, durante su función, el fenómeno de la conciencia. [...] El yo no es, de todos modos, más que una parte del ello adecuadamente transformada por la proximidad del mundo exterior, preñada de peligros.
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