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Razonamiento en forma de silogismo que representa, según Aristóteles, el modo de razonar de la persona que decide actuar. Aristóteles llama a este tipo de razonamientos «silogismos de lo que debe hacerse» (συλλογισμοί τὠν πρακτὠν, sylogismoi ton praktón; Ética a Nicómaco VI, 12). Consta de una premisa mayor que expresa el caso general de lo que es bueno o del bien que el agente desea («Lo dulce es agradable»); de una premisa menor que expresa el medio de conseguir aquel bien o que es un ejemplo concreto del mismo («He aquí una ocasión de comer pasteles»); y de una conclusión que refiere la actuación, o acción, a la que el agente se ve llevado por las premisas establecidas.

Lo dulce es agradable Premisa mayor

He aquí la ocasión de comer pasteles Premisa menor

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Los pruebo Conclusión

En caso de acrasia,esto es, de debilidad de ánimo para hacer el bien que uno cree que es deber suyo hacer, la mayor expresa un bien que ha de alcanzarse o un deber que ha de cumplirse, pero el débil de voluntad es incapaz de llegar a la buena conclusión

Ver ejemplo ↓

El personaje prudente, pongamos por caso un padre, delibera de la siguiente manera:

A. El buen silogismo

Un padre debe dar siempre buen ejemplo y no beber alcohol

Esto es alcohol

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Tomo la decisión de no beber

[...] El hombre acrático contempla dos silogismos que comparten la premisa menor. Recordemos el buen silogismo, A, y añadamos el B :

B. El mal silogismo

Beber alcohol es agradable

Esto es alcohol

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Bebo o intento beber

La persona débil de voluntad acepta por lo general la premisa mayor del bueno silogismo, «Un padre debe dar siempre buen ejemplo y no beber alcohol». Pero bajo la fuerza de su deseo de placer junta la premisa menor, común a ambos silogismos, con la premisa mayor del mal silogismo. Y, en consecuencia, bebe (o intenta beber).

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G. Thomas, An Introduction to Ethics. Five Central Problems, Duckworth, Londres-Indianapolis/Cambridge 1994, p. 171-172.


No es, según Aristóteles, un caso de alguien que «hace el mal sabiendas», como prohíbe pensar el intelectualismo moral, sino simplemente que «si no se es bueno no se es prudente» (ver cita ↓), y sólo el prudente decide bien.

Ver cita ↓

La recta conformación de este ojo del alma no se produce sin virtud, [...] ya que los razonamiento de orden práctico tienen un principio. Por ejemplo, «puesto que el fin es éste», o «puesto que lo mejor es esto», sea cual fuere [...], y este fin no parece claro sino al bueno, porque la maldad nos pervierte y hace que no engañemos en cuanto a los principios de la acción. De modo que evidentemente es imposible ser prudente no siendo bueno.

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Aristóteles, Ética a Nicómaco, VI, 12 (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1985, p. 100)