Fueron probablemente los estoicos quienes dieron este nombre al siguiente argumento de los megáricos: «Si es vuestro destino que os curéis de esta enfermedad, así ocurrirá, llaméis o no al médico. De igual modo, si es vuestro destino que no os curéis de esta enfermedad, no os curaréis, venga o no el médico. Y una de ambas cosas es vuestro destino. Por lo tanto de nada sirve llamar al médico». El mismo argumento vuelve a hallarse expuesto con diferentes ejemplos: si es fatal que tal corredor gane una carrera a pie, la ganará cualquiera sea su conducta; si es fatal que la pierda, la perderá de igual modo; y, puesto que de cualquier forma el resultado es inevitable, es por consecuencia inútil que el corredor se fatigue y hasta que tome parte en la carrera.
Crisipo respondía a este argumento mediante su teoría de los «confatales» (syneimarmena, confatalia) Si una cosa es fatal, otras cosas son fatales con ella; le son confatales. Si es fatal que Edipo sea hijo de Layo, es igualmente fatal que Layo tenga relaciones sexuales con una mujer. Es absurdo decir: es fatal que Edipo nazca de Layo, tenga o no Layo relaciones sexuales con una mujer. Si es fatal que Milón venza en la lucha en Olimpia, es igualmente fatal que tenga un adversario y que despliegue toda su ciencia de luchador.
J. Brun, El estoicismo, Eudeba, Buenos Aires 1977, p. 101-102. |