El cuarto argumento es, de entre todos, el que parece más sofístico. [...] Hay que considerar las «masas» A, B y C como compuestos de indivisibles espaciales, al igual que el tiempo también compuesto de elementos indivisibles. Si miramos la figura de posición de partida [...], vemos que B1 se halla bajo A2; pasado un «elemento de tiempo» indivisible, se hallará bajo A3, contiguo a A2. Durante el mismo elemento de tiempo indivisible, C1, que estaba bajo A3 pasa a estar bajo A2. B1 y C1han debido cruzarse necesariamente en su movimiento, y han estado un instante alineados en una posición intermedia entre A2y A3. Pero, si el tiempo se compone de elementos indivisibles y, además, en uno solo de estos elementos temporales, B1ha pasado de A2a A3, y C1de A3a A2, no puede existir ese momento intermedio en que B1 y C1 se hayan cruzado. Puede hacerse el mismo razonamiento en lo que toca a la posición intermedia entre A2y A3, lugar del cruce, puesto que se trata de dos elementos espaciales indivisibles y contiguos; el argumento, en este caso, se referiría al espacio más que al tiempo. Si se admite, pues, la divisibilidad del tiempo (o del espacio) en elementos indivisibles (una pluralidad de elementos indivisibles), el movimiento es imposible. Este argumento completa los tres anteriores en donde se contempla una divisibilidad infinita del espacio y del tiempo.
La naissance de la science, 2 vols., vol. 1: Grèce présocratique, Gallimard, París 1989, vol.1, p. 280-281. |