Locke: no hay ideas innatas

Extractos de obras

Es opinión establecida entre algunos hombres que en el entendimiento hay ciertos principios innatos; ciertas nociones primarias (poinái énnoiai), caracteres como impresos en la mente del hombre, que el alma recibe en su primer ser y que trae al mundo con ella. Para convencer a un lector sin prejuicios de la falsedad de tal suposición, me bastaría con mostrar [...] de qué modo los hombres pueden alcanzar, solamente con el empleo de las facultades naturales, todo el conocimiento que poseen sin la ayuda de ninguna impresión innata, y pueden llegar a la certeza sin tales nociones o principios innatos. [...] Nada se presupone más comúnmente que el que haya unos ciertos principios, tanto especulativos como prácticos (pues se habla de los dos), aceptados de manera universal por la humanidad. De aquí se infiere que deben ser unas impresiones permanentes que reciben las almas de los hombres en su primer ser, y que las traen al mundo con ellas de un modo tan necesario y real como las propiedades que les son inherentes.

El consenso universal no prueba nada como innato. Este argumento sacado del consenso universal tiene en sí este inconveniente: que aunque fuera cierto que de hecho hubiese unas verdades asentidas por toda la humanidad, eso no probaría que eran innatas, mientras haya otro modo de averiguar la forma en que los hombres pudieron llegar a ese universal acuerdo sobre esas cosas que todos aceptan; lo que me parece que puede mostrarse.

«Lo que es, es»; y «es imposible que la misma cosa sea y no sea».Estas dos proposiciones [no] son universalmente asentidas. Pero lo que es peor, este argumento del consenso universal, que se ha utilizado para probar los principios innatos, me parece que es una demostración de que no existen tales principios innatos, porque no hay ningún principio al cual toda la humanidad preste un asentimiento universal. Empezaré con los principios especulativos, ejemplificando el argumento en esos celebrados principios de la demostración de que «toda cosa que es, es, y de que es imposible que la misma cosa sea y no sea», que me parece que, entre todos, tendrían el mayor derecho al título de innatos. [...] Sin embargo, me tomo la libertad de afirmar que esas proposiciones andan tan lejos de tener asentimiento universal, que gran parte de la humanidad ni siquiera tiene noción de ellas.

Esos principios no están impresos en el alma naturalmente, porque los desconocen los niños, los idiotas, etc... Porque, primero, es evidente que todos los niños no tienen la más mínima aprehensión o pensamiento de aquellas proposiciones, y tal carencia basta para destruir aquel asenso universal, que por fuerza tiene que ser el concomitante necesario de toda verdad innata. [...] Quien hable de nociones innatas en el entendimiento no puede [...] querer decir que tales nociones sean en el entendimiento de tal manera que el entendimiento no las haya percibido jamás, y de las que sea un ignorante total. Porque si estas palabras: «ser en el entendimiento» tienen algún sentido recto, significan ser entendidas. [...] Por tanto, si estas dos proposiciones: cualquier cosa que es, es, y es imposible que la misma cosa sea y no sea, fueran impresas por la naturaleza, los niños no podrían ignorarlas. Los pequeños y todos los dotados de alma tendrían que poseerlas en el entendimiento, conocerlas como verdaderas, y otorgarles su asentimiento. [...] Si quieren decir que los hombres pueden descubrir esos principios por el uso de la razón y que eso basta para probar que son innatos, su modo de argumentar se reduce a esto: Que todas las verdades que la razón nos puede descubrir con certeza y a las que nos puede hacer asentir firmemente serán verdades naturalmente impresas en la mente, puesto que ese asentimiento universal, que según se dice es lo que las particulariza, no pasa de significar esto: Que, por el uso de la razón, somos capaces de llegar a un conocimiento cierto de ellas y aceptarlas; y, según esto, no habrá diferencia alguna entre los principios de la matemática y los teoremas que se deducen de ella. A unos y a otros habría que concederles que son innatos, ya que en ambos casos se trata de descubrimientos hechos por medio de la razón y de verdades que una criatura racional puede llegar a conocer con certeza, con sólo dirigir correctamente sus pensamientos por ese camino. [...]

Si semejante asentimiento fuera prueba de que son innatas, entonces, que uno más dos son igual a tres, que lo dulce no es amargo, y otras proposiciones equivalentes, tendrían que considerarse innatas.

Ensayos sobre el entendimiento humano, libro 1, cap. 1, 2 (Editora Nacional, Madrid 1980, 2 vols., vol. 1, p. 79-92).