De lo que es en sí, se tiene ordinariamente la alta opinión de que es lo verdadero. Aprender a conocer a Dios y al mundo quiere decir: conocerlo en sí. Pero lo que es en sí no es aún lo verdadero, sino lo abstracto; es el germen de lo verdadero, la aptitud, el ser en sí de lo verdadero. [...]
Un ejemplo de ello lo da el germen. El germen es simple, casi un punto; incluso por medio del microscopio se descubre poca cosa en él. Pero esto simple está embarazado con todas las cualidades del árbol. En el germen está contenido todo el árbol, su tronco, ramas, hojas, colores, olor, sabor, etc. Y, sin embargo, esto simple, el germen, no es el árbol mismo; esta diversidad aún no existía. Es esencial saber esto: que hay algo que contiene una diversidad en sí, pero la cual aún no existía por sí. Un ejemplo aún más importante es el Yo. Cuando yo digo: Yo, esto es enteramente simple, lo universal abstracto, lo común a todos; cada uno es un Yo. Y, no obstante, éste es el reino múltiple de las representaciones, de los impulsos, de los deseos, de las inclinaciones, de los pensamientos, etc. En este simple punto, en el Yo, está contenido el todo. Es la fuerza, el concepto de todo aquello que el hombre desarrolla de sí. Según Aristóteles, se puede decir que en lo simple que es en sí, en la dynamis, potencia, en la aptitud, está contenido todo lo que ha de desarrollarse. En la evolución no puede descubrirse ninguna otra cosa que lo que existe ya en sí. [...]
Lo segundo es que lo en sí, lo simple, lo envuelto, se desarrolla, se desenvuelve. Desenvolverse quiere decir: ponerse, entrar a la existencia, existir como algo distinto. Por de pronto, se ha diferenciado en sí y existe sólo en esta simplicidad o neutralidad, como el agua que es clara y transparente y, sin embargo, contiene tantos elementos físicos y químicos, tantas posibilidades orgánicas en sí. Lo segundo es también que la existencia está en relación con otras cosas, que existe como algo diferente. Es una y la misma cosa o más bien uno y el mismo contenido, ya exista en sí, envuelta, ya exista desenvuelta o como algo desarrollado. Es solamente una diferencia de la forma; pero de esta diferencia depende todo. [...]
En eso consiste la gran diferencia, que el hombre sabe lo que él es; luego, en primer lugar, él es real. Sin esto la razón, la libertad, no son nada. El hombre es esencialmente razón; el hombre, el niño, el culto y el inculto, es razón; o, más bien, la posibilidad para eso, para ser razón, existe en cada uno, es dada a cada uno. Y, pese a ello, la razón no ayuda nada al niño, al inculto. Es sólo una posibilidad, aunque no una posibilidad vacía, sino una posibilidad real y que se mueve en sí. Solamente el adulto, el formado, sabe por la educación lo que él es. La diferencia es solamente que la razón existe allí solamente como aptitud, en sí, pero aquí existe explícitamente, ha pasado de la forma de posibilidad a la existencia. [...]
Esto puede ser expresado también así: lo que es en sí tiene que convertirse en objeto para el hombre, llegar a la conciencia; así llega a ser para él y para sí mismo. De este modo el hombre se duplica. Una vez es razón, es pensar, pero en sí; otra él piensa, el convierte este ser, su en sí, en objeto del pensar. Así es el pensar mismo objeto, luego objeto de sí mismo, entonces el hombre es por [para] sí. La racionalidad produce lo racional, el pensar produce los pensamientos. Lo que el ser es en sí se manifiesta en el ser por sí. [...]
La tercera determinación es que lo que existe en sí, y lo que existe por sí, son solamente una y la misma cosa. Esto quiere decir precisamente evolución. Lo en sí que ya no fuera en sí, sería sí otra cosa; por consiguiente, habría allí una variación, un cambio. En el cambio hay algo que llega a ser otra cosa. En la evolución podemos también, sin duda, hablar de cambio, pero este cambio debe ser tal que lo otro, lo que resulta, sin embargo, es idéntico con lo primero, de manera que lo simple, el ser en sí, no sea negado. Es algo concreto, algo distinto; pero, sin embargo, contenido en la unidad, en el en sí primitivo. El germen se desarrolla así, no cambia; si el germen fuese cambiado, desgastado, triturado, no podría evolucionar.
El primer momento era lo en sí de la realización, lo en sí del germen, etc.; el segundo es la existencia, aquello que resulta; así, es el tercero la identidad de ambos, más precisamente, ahora, el fruto de la evolución, el resultado de todo este movimiento; y a esto llamo yo abstractamente el ser por [para] sí.
Introducción a la historia de la filosofía, A, I, 2 (Aguilar, Buenos Aires 1973, p. 52-58). |