Galileo: la piedra que cae de lo alto de un mástil

Extractos de obras

Salviati.- [...] Vos decís: Dado que, cuando la nave está quieta, la piedra cae al pie del mástil y, cuando está en movimiento, cae alejada del pie de ese mástil, también será cierto a la inversa, es decir, que si la piedra cae al pie del mástil se infiere que la nave está quieta, y si cae lejos, se infiere que la nave está en movimiento y puesto que eso sucede con la nave debe suceder igualmente con la Tierra; por eso, si la piedra cae al pie de la torre, se infiere necesariamente la inmovilidad del globo terrestre; ¿no es éste vuestro razonamiento?

Simplicio.- Exactamente ése es, reducido a fórmula muy breve, que lo convierte aún en más fácil de aprender y de comprender.

Salviati.- Ahora decidme: si la piedra dejada caer desde la cima del mástil, cuando la nave avanza a gran velocidad, cayese precisamente en el mismo lugar que cayó cuando la nave estaba quieta, ¿qué deduciríais de estas caídas, para que os sirviera de norma sobre si la nave estaba en movimiento o en reposo?

Simplicio.- Absolutamente nada; de la misma manera que, del latir el pulso, por ejemplo, tampoco se puede saber si una persona duerme o está despierta, puesto que el pulso late igualmente en las personas que duermen como en las que velan.

Salviati.- Muy bien; ¿habéis hecho vos alguna vez la experiencia de la nave?

Simplicio.- No la he hecho; pero bien creo que los autores de la proposición la han realizado atentamente; por otra parte, se conoce tan claramente la causa de la disparidad, que no deja lugar a dudas.

Salviati.- De que pueda ser que esos autores la presenten sin haberla verificado, vos mismo sois un buen testimonio, puesto que, sin haberla hecho, la dais como segura y aceptáis con buena fe sus resultados; y ellos también, no sólo posiblemente, sino necesariamente, han tenido que hacer lo mismo que vos, es decir, aceptar lo que dijeron sus antecesores, y así sucesivamente, sin llegar nunca a uno que en verdad la haya realizado; porque cualquiera que la hiciera vería que la experiencia muestra todo lo contrario de lo que se ha dicho; es decir, mostrará que la piedra cae siempre en el mismo lugar de la nave, tanto si ésta está en reposo, como si se mueve a gran velocidad. Y así, si la misma razón era la de la nave que la de la Tierra, del caer de la piedra siempre perpendicularmente al pie de la torre, nada se puede inferir sobre el movimiento o sobre el reposo de la Tierra.

Simplicio.- Si vos me remitís a otro medio distinto de la experiencia, bien creo que nuestras disputas no terminarán nunca; porque eso que decís me parece tan lejano de cualquier humano razonamiento, que no deja la más mínima posibilidad a la creencia o a la probabilidad.

Salviati.- Y, sin embargo, la ha dejado en mí.

Simplicio.- Vos no habéis hecho, no digo cien, sino ni siquiera una prueba y ¿la afirmáis como cosa completamente segura? Yo vuelvo a mi incredulidad y continúo en la creencia de que los autores que presentan esta experiencia la han realizado, y ésta muestra lo que ellos afirman.

Salviati.- Yo, sin experiencia, estoy seguro de que el efecto será tal como os digo, porque así es necesario que sea; y aún más: añado que vos mismo sabéis ahora que no puede suceder de otra manera, si bien fingís o simuláis fingir que no lo sabéis. Pero yo soy tan buen arreglador de cerebros que os lo haré confesar a viva fuerza.

Diálogo sobre los sistemas máximos, Jornada segunda (Aguilar, Buenos Aires 1975, vol. 2, p. 84-87).