Feuerbach: la alienación religiosa.

Extractos de obras

La religión es la escisión del hombre consigo mismo; considera a Dios como un ser que le es opuesto. Dios no es lo que es el hombre, el hombre no es lo que es Dios. Dios es el ser infinito, el hombre el ser finito; Dios es perfecto, el hombre imperfecto; Dios es eterno, el hombre temporal; Dios es omnipotente, el hombre impotente; Dios es santo, el hombre pecaminoso. Dios y el hombre son extremos; Dios es lo absolutamente positivo, la suma de todas las realidades, el hombre es lo absolutamente negativo, la suma de todas las negaciones.

El hombre objetiva en la religión su esencia secreta. Es, por lo tanto, necesario demostrar que esta oposición, esta escisión entre Dios y el hombre con la que comienza la religión, es una escisión entre el hombre y su propia esencia. La necesidad intrínseca de esta demostración resulta del hecho de que si realmente el ser divino, que es el objeto de la religión, fuera una cosa diferente a la esencia del hombre, no podría originarse de ninguna manera desunión, escisión alguna.

Este ser no es otra cosa que la inteligencia, la razón o el entendimiento. Dios concebido como lo opuesto del hombre, como ser no humano, es decir, como ser personal, es la esencia objetivada del entendimiento. La esencia divina pura, perfecta, omniperfecta, es la autoconciencia del entendimiento, la conciencia del entendimiento respecto de su propia perfección. El entendimiento no sabe nadade los sufrimientos del corazón, no sufre concupiscencias, pasiones ni necesidades, y por eso no tiene defectos ni debilidades como el corazón.

Un Dios que sólo expresa la esencia del entendimiento, no satisface la religión, no es el Dios de la religión. [...]

La característica más importante de la religión, particularmente de la religión cristiana, en lo referente al entendimiento o la razón de Dios, consiste en la perfección moral. Dios como ser moralmente perfecto, no es más que la idea realizada, la ley personificada de la moralidad, el ser moral del hombre -el ser propio del hombre- puesto como ser absoluto.

La esencia del cristianismo, Sígueme, Salamanca 1975, p.81-82, p. 93.