Blanché: la naturaleza de la inducción 1

Extractos de obras

Para comprender la naturaleza de la inducción, es preciso distinguir entre el orden del ser y el orden del conocer, que no siempre van de acuerdo: el orden para nosotros es a veces inverso del orden en sí. Ahora bien, mientras que en el silogismo nuestro pensamiento se conforma al orden de la naturaleza, la inducción consiste en tomar este orden a contrapelo, a recorrerlo andando para atrás. He aquí un ejemplo, puesto en forma de inferencia, de un silogismo que demuestra la longevidad del hombre, del caballo y del mulo, mediante la propiedad que les es común de carecer de hiel, propiedad que es, según el orden de las cosas, la causa de su longevidad:

Todos los seres que carecen de hiel viven largo tiempo

El hombre, el caballo y el mulo son animales sin hiel

El hombre, el caballo y el mulo son longevos.

Pero, ¿cómo podemos establecer la premisa mayor del silogismo, de manera que éste pueda ser una demostración? Para ello nos será preciso realizar primero el razonamiento en sentido inverso, partiendo de la observación de la longevidad del hombre, del caballo y del mulo; es decir, realizando la siguiente inferencia:

El hombre, el caballo y el mulo son longevos

El hombre, el caballo y el mulo son animales sin hiel

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Todos los animales sin hiel son longevos.


La inducción se reduce a invertir el silogismo, partiendo de la conclusión para llegar a la mayor, mientras que la premisa menor sirve como de pivote; o digamos más exactamente, ya que el silogismo supone la inducción como condición previa, que la inducción consiste en hacer un razonamiento que, al proporcionarnos la mayor, nos permite como consecuencia construir, siguiendo ahora el orden de la naturaleza, un silogismo demostrativo.


Pero esta inversión del orden silogístico normal implica ciertas modificaciones, si queremos que el nuevo razonamiento sea correcto. Notemos en primer lugar que supone un cambio en la relación de términos. Como que el antiguo término medio, sin hiel, pasa ahora a la conclusión, ya no desempeña el papel de medio, que pasa ahora al término de la antigua menor, el hombre, el caballo y el mulo. Pero esto implica a su vez un cambio en la menor, ya que, por el hecho de que en una proposición el atributo se predica del sujeto, el sujeto no debería ser más general que el predicado. Para restablecer la proposición, es preciso convertirla, pero esto sólo nos está permitido sin más cuando estos dos términos poseen la misma extensión, es decir, y para nuestro ejemplo, si el hombre, el caballo y el mulo constituyen la totalidad de los animales que carecen de hiel; esto es, dicho de otra manera, es preciso que la enumeración de los animales que carecen de hiel sea completa. Los dos términos pueden cambiarse recíprocamente, y la menor, que sirve de pivote al razonamiento, pivotará también sobre sí misma, en cierto modo, para transformarse en: Los que carecen de hiel son el hombre, el caballo y el mulo, interpretando estrictamente al sujeto como Los únicos que carecen de hiel.

La inducción se presentará entonces bajo una forma irreprochable:

El hombre, el caballo y el mulo son longevos

Los (únicos) animales que carecen de hiel son el hombre, el caballo y el mulo

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Todos los animales que carecen de hiel son longevos


Visto desde fuera, este razonamiento tiene el mismo rigor que un silogismo y es, podemos decir, también una clase de silogismo: el silogismo por inducción, dice Aristóteles. Pero no es un verdadero silogismo, por cuanto le falta la virtud explicativa que es propia de este último. Su término medio sólo lo es desde un punto de vista lógico, no es un término medio real, el término medio según la naturaleza, que evidentemente no se modifica por el solo hecho de que modifiquemos el orden de nuestro razonamiento. El verdadero término medio es la carencia de hiel, pues es esta carencia de hiel lo que puede considerarse como la causa de la longevidad, y por otro lado sabemos que «el término medio es la causa». Así, de cierta manera, la inducción se opone al silogismo. Éste prueba, por el término medio, que el extremo mayor pertenece al tercer término; aquélla prueba, por el tercer término, que el extremo mayor pertenece al medio. En el orden natural, el silogismo que procede por el medio es, pues, anterior y más conocido, pero, para nosotros, el silogismo inductivo es más claro. La inducción por sí misma no es más que un preámbulo de la ciencia. La afirmación de que el hombre, el caballo y el mulo son longevos no es, en el comienzo de la inducción, más que la simple constatación de un hecho, lo cual no es otra cosa que un saber empírico.

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La logique et son histoire, Colin, París 1970, p. 78-79.