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Con el nombre de «místicas medievales», se alude fundamentalmente a dos grupos o escuelas de mística cristiana del período medieval, que se desarrollan principalmente en Flandes y Alemania, desde la época carolingia y hasta el siglo XVII.

La mística alemana es la expresión literaria en lengua alemana de una corriente espiritual, con fundamentación escolástica e influencia neoplatóncia, que produce obras de carácter filosófico, ascético y poético, con las que describe las experiencias y las reflexiones provenientes, principalmente, de monjas o religiosas (y luego de mujeres particulares, que no vivían en los conventos, llamadas beguinas). Aparece en el siglo XII como movimiento de renovación de una Iglesia que debe abandonar sus formas feudales y ha de renovar las costumbres del clero. Se distingue un período inicial, al que pertenecen, entre otras, Hildegarda de Bingen, Isabel de Schönau, y las nobles Matilde de Hackborn, Gertrudis la Grande y Matilde de Magdeburgo; un período de florecimiento, marcado por la influencia de las nuevas órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) y de las grandes figuras místicas del Maestro Eckhart, Juan Taulero y Enrique Susón. En el tercer período, hacia el siglo XV, la mística se transforma en devoción o piedad, con influencia holandesa, conocida con el nombre de Devotio moderna.

La mística flamenca u holandesa femenina, propia de los países Bajos, surge como un movimiento de mujeres piadosas (sobre todo cistercienses, pero también beguinas). Entre ellas, destacan Beatriz de Tienen, o de Nazaret (1200-1268), a quien se debe Las siete maneras de amar (1235), verdadera descripción de la experiencia mística, y Hadewijch de Amberes (hacia 1260), en quien la mística encuentra un elevada expresión poética.

La mística española florece algo más tarde, en el período del barroco; sus representantes son miembros pertenecientes preferentemente a las nuevas órdenes religiosas, fundadas después de la Reforma. La carmelita Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1852), conocida como santa Teresa de Ávila, es una de las místicas más importantes del cristianismo y la primera mujer considerada «Doctora de la Iglesia», título que le concede Pablo VI en 1970. Su obra más importante. Las moradas, también titulada Castillo interior, considera simbólicamente el alma como un castillo, hecho «todo de diamante», con muchas moradas o aposentos; el recorrido por las siete principales moradas de este castillo interior, descrito por la santa, supone el proceso de la unión mística.

La escritura religiosa de esta época de la última parte del Medievo forma parte del lento acceso de la mujer a la cultura literaria y a la plena participación en la cultura en general, tradicionalmente reservada al varón; la labor de estas místicas medievales, que puede inscribirse, aunque lejanamente, en el fenómeno más tardío de la liberación de la mujer (véase feminismo), se complementa con la de otras mujeres doctas y literatas, cuya cultura se expresa fuera del ámbito estrictamente religioso y en un período de tiempo más amplio; una de estas figuras, Juana Inés de Asbaje, o sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) florece en la época del barroco hispanoamericano.

Bibliografía sobre el concepto

  • Feldmann, Ch., Hildegarda de Bingen. Una vida entre la genialidad y la fe. Herder, Barcelona, 2009.
  • Hildegarda de Bingen, Libro de las obras divinas. Herder, Barcelona, 2009.
  • Epiney, G., zum Brunn, E., Mujeres trovadoras de Dios. Una tradición silenciada de la Europa medieval. Paidós, Barcelona, 1998.

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