¿Qué es?
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Filósofa norteamericana. Nació en Nueva York en el seno de una familia de inmigrantes alemanes. Estudió en el Liceo Francés de Nueva York. Después de obtener el bachillerato ingresó en el Radcliffe College (Cambridge, Mass. EE.UU.), donde se doctoró en filosofía. A partir de este momento fue profesora en diversas universidades: Delaware, la Universidad de Columbia (Nueva York), Viena, el mismo Radcliffe College, y en el Connecticut College for Women.
Su centro de interés se dirigió hacia el estudio de la actividad simbólica, tanto artística como lingüística (ver texto 1 y texto 2 ). De hecho, su primera actividad se inició con el estudio de las formas simbólicas y de la naturaleza del arte, y se vinculó estrechamente a las investigaciones de Cassirer, aunque también recibió la influencia de Peirce, Wittgenstein y Freud. Considera que la actividad simbólica es la característica esencial de la especie humana -por lo que piensa que el estudio de esta actividad simbólica humana es la nueva clave de la investigación filosófica-, a la vez que sostiene que la concepción de símbolo, y la semántica filosófica elaborada a través de la lógica simbólica y las matemáticas, no cubre toda la amplia gama de matices y significados que aquella noción expresa.
Por esta razón intentó elaborar una noción de símbolo más amplia. En cuanto que la actividad simbolizadora es natural en el hombre, considera que incluso los mismos datos sensoriales aparecen ya como símbolos, y afirma que la percepción de la forma surge ya del proceso de simbolización y procede de la abstracción, que en ningún caso considera como antinatural o forzada, sino constitutivamente natural al hombre. Es decir, según ella, el entero edificio del conocimiento humano se nos ofrece, no como una inmensa colección de informes sensoriales, sino como una estructura simbólica. Aquello que caracteriza al hombre no es tanto su sensibilidad o su memoria, sino su inmensa capacidad de simbolización, que se inicia con la palabra y se extiende hacia una simbolización general de todas las maneras del tratamiento humano de las cosas. De ahí que todos los problemas concernientes al hombre radican en la noción de simbolización, tanto mística como práctica o matemática. Teniendo en cuenta que lo específicamente humano es esta capacidad de simbolización -que está en la base del lenguaje-, cada forma de actividad humana está ligada a un sistema de símbolos, y la tarea de la filosofía es el estudio semántico de estos sistemas simbólicos y sus diversas conexiones. Así, la consideración de los datos sensoriales como símbolos permite, por una parte, entender éstos desde una perspectiva más amplia que la contemplada por la lógica y la matemática y, por otra, considerar que todo el conjunto del conocimiento humano debe entenderse no como una mera serie de informes sensoriales, sino como una estructura de hechos, que ya son símbolos, y leyes, que son sus significados. En este estudio radica la nueva clave de la que ya hemos hablado.
La actividad simbólica, además, no es manifestación de ningún espíritu humano trascendental, razón por la cual el estudio de dicha actividad debe estar alejado de las concepciones metafísicas idealistas, sino que es fruto de la propia naturaleza humana. El camino de estudio de dicha actividad parte del estudio de los símbolos mismos, no de una supuesta actividad trascendental. Con ello se alejó de las primeras influencias del pensamiento de Kant y del de Cassirer, e inició el camino hacia la formulación misma de la experiencia como simbolización.
Bibliografía
Del autor
- Langer, S., Sentimiento y forma. UNAM, México, 1967.
Relaciones geográficas