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Teológicamente se entiende que la encarnación de Jesucristo en las entrañas de María supera las leyes mundanas de la concepción y del nacimiento y que se debe a una intervención especial del Espíritu Santo. Es un signo externo de que Dios mismo ha intervenido activamente en la nueva creación, que va ligada a la persona de Jesucristo. Hoy se discute si el embarazo de María, operado por el Espíritu, ha de entenderse y en qué medida de un modo figurativo o simbólico o como un acontecimiento histórico y corporal. Sin embargo, el Vaticano II mantiene la concepción creyente de Jesús sin fisuras. La tradición hace referencia a una triple virginidad. Primero, María concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo y sin intervención de varón (Virginitas ante partum). Segundo, el nacimiento de Jesús es el comienzo de la colaboración personal de María y signo de la redención que se inicia (Virginitas in partu). Y, finalmente, incluso después del nacimiento de Jesús, María se mantuvo virgen dedicada por completo a su hijo y sin tener otros descendientes (Virginitas post partum).