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Desde un punto de vista religioso, el simbolismo del vino se sitúa en un contexto escatológico. En el Antiguo Testamento para anunciar Dios los grandes castigos al pueblo que le ofende, habla de la privación del vino. Pero también la felicidad prometida por Dios a sus fieles se expresa con frecuencia bajo la forma de una gran abundancia de vino. En el Nuevo Testamento el “vino nuevo” es el símbolo de los tiempos mesiánicos. Jesús declara que la nueva alianza instituida en su persona es un vino nuevo que rompe los viejos odres (Mc 2, 22). La expresión “vino nuevo” también se halla para evocar el festín escatológico reservado por Jesús a sus fieles en el reino: es la consumación de los tiempos mesiánicos. Así como en el relato de la institución de la eucaristía, el cristiano se alimentará del vino convertido en la sangre de Jesús para después, en el tiempo escatológico, beber del “vino nuevo”.