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Grabado antiguo de la Kaaba en la Meca

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Desde una concepción espiritual de la realidad, el viaje es un símbolo fundamental pues describe los lugares y las etapas que el hombre debe seguir hasta alcanzar el lugar donde hallar la prueba fehaciente de la presencia divina. Por eso tiene lugar en una geografía que no es de este mundo, en unos paisajes espirituales. Sin embargo, las peregrinaciones a los lugares santos y, en especial, la peregrinación a la Meca, que todo musulmán debe realizar por lo menos una vez en la vida, reproducen este viaje interior. El viaje también es una búsqueda o una errancia que, en general, sucede en el desierto o en el bosque –lugares caóticos o silvestres– y que termina al encontrar un guía que acompañan al caballero errante hasta un templo o un castillo, un lugar donde impera el orden sagrado. En las iniciaciones masónicas, el neófito debe atravesar con los ojos vendados un lugar que se conoce como el de “los pasos perdidos” –un espacio oscuro, privado de la luz divina–. Sin embargo, no lo hace solo sino de la mano de un acompañante llamado el maestro terrible, que es su mentor y que le ayuda en todo el viaje simbólico. Las pruebas a través de los cuatro elementos que la pareja protagonista de La flauta mágica de Mozart tiene que superar, es un bello ejemplo de este tipo de iniciaciones. Una de las peregrinaciones o viajes más multitudinarios que se celebran en el mundo, es con motivo del Kumbh Mela, o la “Fiesta del cántaro”, pues según cuenta la leyenda, los dioses y los demonios se aliaron con intención de crear el amrita, el néctar de la inmortalidad. Más tarde, los demonios robaron el cántaro que contenía el néctar lo que provocó una batalla durante la cual varias gotas de amrita cayeron sobre cuatro lugares, Praiag, Hardwar, Ujjain y Nasik; las cuatro ciudades donde se celebra el Kumbh Mela.