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Afirmación salvífica por antonomasia, es el ordenamiento de las cosas que se inicia con la venida de Jesús, pero que en su forma completa y perfecta sólo se dará en el futuro, contraponiéndose al tiempo mundano. La concepción del reino de Dios tiene sus cimientos en el Antiguo Testamento: como creador del mundo y único Dios verdadero, Yahvé es también su Señor, aunque de una manera especial es el rey de Israel. En el Nuevo Testamento la expresión reino de Dios se encuentra sobre todo en los evangelios sinópticos. Mientras que Mc y Lc hablan de la realeza de Dios, en Mt se encuentra raras veces. Habitualmente usa la expresión “reino de los cielos”, porque desde el comienzo del judaísmo el término “cielo” se convirtió en el sustitutivo del nombre personal Yavhé que no se osaba pronunciar. El reino de Dios proclamado por Jesús es un bien escatológico objeto de la esperanza, pero al mismo tiempo ya ha irrumpido en el mundo con su persona. En el curso de la historia de la Iglesia las afirmaciones bíblicas acerca del reino de Dios se han entendido de manera muy diferente, de acuerdo siempre con la situación política y las ideas filosóficas de cada momento. En la actualidad, este es un concepto muy vinculado a la teología política. El presente, que en el plano teológico se califica de kairós, incita a dar una forma provisional y congruente con la respectiva situación a la esperanza prometida.