Searle: la habitación china

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Extractos de obras

Supóngase que estoy encerrado en una habitación. En esa habitación hay dos grandes cestos llenos de símbolos chinos, junto con un libro de reglas en español acerca de cómo aparear los símbolos chinos de una de las cestas con los símbolos chinos de la otra cesta. Las reglas dicen cosas como: «Busque en la canasta 1 y saque un signo garabateado, y póngalo al lado de un cierto signo garabateado que saque de la canasta 2». Adelantándonos un poco, esto se llama una «regla computacional definida en base a elementos puramente formales». Ahora bien, supóngase que la gente que está fuera de la habitación envía más símbolos chinos junto con más reglas para manipular y aparear los símbolos. Pero esta vez sólo me dan reglas para que les devuelva los símbolos chinos. Así que estoy aquí, en mi habitación china, manipulando estos símbolos. Entran símbolos y yo devuelvo los símbolos de acuerdo con el libro de reglas. Ahora bien, sin yo saberlo, quienes organizan todo esto fuera de la habitación llamana la primera cesta un «guión-de-restaurante» y a la segunda cesta un «relato acerca del restaurante», a la tercera hornada de símbolos la llaman «preguntas acerca del relato», y a los símbolos que les devuelvo «respuestas a las preguntas». Al libro de reglas lo llaman «el programa», ellos se llaman «los programadores» y a mí me llaman «el computador». Supóngase que después de un tiempo soy tan bueno para responder esas preguntas en chino que mis respuestas son indistinguibles de las de los nativos hablantes del chino. Con todo, hay un punto muy importante que necesita ser enfatizado. Yo no comprendo una palabra del chino, y no hay forma de que pueda llegar a entender el chino a partir de la instanciación de un programa de computación, en la manera en que la describí. Y éste es el quid del relato: si yo no comprendo chino en esa situación, entonces tampoco lo comprende ningún otro computador digital sólo en virtud de haber sido adecuadamente programado, porque ningún computador digital por el solo hecho de ser un computador digital, tiene algo que yo no tenga. Todo lo que tiene un computador digital, por definición, es la instanciación de un programa formal de computación. Pero como yo estoy instanciando el programa, como suponemos que tenemos el programa correcto con los inputs y outputs correctos, y yo no comprendo el chino, entonces no hay forma de que cualquier otro computador digital sólo en virtud de instanciar el programa pueda comprender el chino.

Éste es el núcleo central del argumento. Pero su quid, pienso, se perdió en el montón de bibliografía desarrollada subsiguientemente a su alrededor; así que quiero enfatizarlo. El quid del argumento no es que de una u otra manera tenemos la 'intuición' de que no comprendo el chino, de que me inclino a decir que no comprendo el chino pero que, quien sabe, quizá realmente lo entienda. Ese no es el punto. El quid del relato es recordarnos una verdad conceptual que ya conocíamos, a saber, que hay diferencia entre manipular los elementos sintácticos de los lenguajes y realmente comprender el lenguaje en un nivel semántico. Lo que se pierde en la simulación del comportamiento cognitivo de la IA (Inteligencia Artificial), es la distinción entre la sintaxis y la semántica.

El quid del relato puede enunciarse ahora más genéricamente. Un programa de computación, por definición, tiene que ser definido de manera puramente sintáctica. Es definido en términos de ciertas operaciones formales realizadas por la máquina. Eso es lo que hace del computador digital un instrumento tan poderoso. Uno y el mismo sistema de hardware puede instanciar un numero indefinido de programas de computación diferentes, y uno y el mismo programa de computación puede operarse en hardwares diferentes, porque el programa tiene que ser definido de manera puramente formal. Pero por esa razón la simulación formal de la comprensión del lenguaje nunca va a ser en sí lo mismo que la duplicación. ¿Por qué? Porque en el caso de comprender realmente un lenguaje, tenemos algo más que un nivel formal o sintáctico. Tenemos la semántica. No manipulamos meramente símbolos formales no interpretados, sabemos realmente qué significan.

Esto puede mostrarse enriqueciendo un poco el argumento. Estoy allí, en la habitación china, manipulando esos símbolos chinos. Supóngase ahora que algunas veces los programadores me dan relatos en español y que me hacen preguntas, también en castellano, acerca de esos relatos. ¿Cuál es la diferencia entre los dos casos? Tanto en el caso del español, como en el caso del chino, satisfago el test de Turing. Esto es, doy respuestas que son indistinguibles de las respuestas que daría un hablante nativo. En el caso del chino lo hago porque los programadores son buenos para diseñar el programa, y en el caso del español porque soy un hablante nativo. ¿Cuál es la diferencia, entonces, si mi actuación es equivalente en los dos casos? Me parece que la respuesta es obvia. La diferencia es que sé español. Sé qué significan las palabras. En el caso del español no sólo tengo una sintaxis, tengo una semántica. Atribuyo un contenido semántico o significado a cada una de esas palabras, y por lo tanto estoy haciendo más que lo que un computador digital puede hacer en virtud de instanciar un programa. Tengo una interpretación de las palabras y no sólo de los símbolos formales. Nótese que si tratamos de dar al computador una interpretación de los símbolos formales lo único que podemos hacer es darle más símbolos formales. Todo lo que podemos hacer es poner más símbolos formales no interpretados. Por definición, el programa es sintáctico, y la sintaxis por sí misma nunca es suficiente para la semántica.

Bueno, en esto consiste mi rechazo de la ecuación, mente/cerebro = programa/hardware. Instanciar el programa correcto nunca es suficiente para tener una mente. Tener una mente es algo más que instanciar un programa de computación. Y Ia razón es obvia. Las mentes tienen contenidos mentales. Tienen contenidos semánticos Así como tienen un nivel sintáctico de descripción.

«Mentes y cerebros sin programas», en Rabosi, E. (ed.), Filosofía de la mente y ciencia cognitiva, Paidós, Barcelona 1995, p.418-420.