Platón: el ser y el movimiento

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Extractos de obras

Sócrates.--Cuál es el método a seguir para conocer o descubrir la naturaleza de los seres, es una cuestión que puede sobrepasar mi capacidad y la tuya. Lo importante es reconocer que no es en los nombres, sino en las cosas mismas, donde hay que estudiar y buscar las cosas.

Crátilo. --A mí me parece que es así, Sócrates.

--Procuremos además no dejarnos inducir a error por el gran número de palabras que se refieren a un objeto común. Los que han creado estos nombres lo han hecho en la creencia de que todas las cosas están en un movimiento y un pasar perpetuos. Porque me parece que esto era lo que creían. Pero puede ocurrir que no sea así, y que los autores de estos nombres se hayan dejado arrastrar por un torbellino al que nos llevan con ellos. Examina, en efecto, admirable Crátilo, un pensamiento que a menudo viene a mi mente como un sueño: lo bello, lo bueno, y todas las demás cosas de esta clase, ¿hay que decir que existen en sí, o que no existen?

--En cuanto a lo que a mí se refiere, Sócrates, creo que existen.

--No se trata de ver si existe un rostro bello, o algún objeto de esta naturaleza: todo esto me parece en un fluir perpetuo. Sino lo bello en sí, ¿hay que decir que es eternamente tal como es?

--Necesariamente.

--¿Cómo una cosa puede existir si pasa sin cesar? Si está un instante de la misma manera, está claro que durante este tiempo no pasa. Así pues, si está siempre de la misma manera y es siempre la misma, ¿cómo podría cambiar o moverse, sin apartarse de su esencia?

--No podría.

--Además, una cosa siempre en movimiento nadie la podría conocer. Mientras nos acercásemos para conocerla, se convertiría en otra y de otra naturaleza, de modo que no podríamos saber lo que es ni cómo es. Ningún conocimiento puede conocer lo que conoce, si este objeto no tiene ningún carácter determinado.

--Es como dices.

--No puede tampoco decirse que haya algún conocimiento, Crátilo, si todo cambia sin cesar y si nada permanece. Porque si esto que llamamos conocimiento no deja de ser conocimiento, el conocimiento permanece y hay conocimiento. Pero si la forma misma del conocimiento cambia, entonces otra forma sucede a aquélla, y no hay conocimiento. Del mismo modo se prueba que tampoco habrá nadie que conozca ni nada que sea conocido. Si por el contrario el que conoce existe, si lo que es conocido existe, no veo qué parecido tienen todos los objetos que acabamos de nombrar con el pasar y el movimiento. ¿Son así estos objetos, o son de otro modo, es decir, como pretenden los seguidores de Heráclito y otros muchos? Es un punto que no es fácil dilucidar. Pero no es propio de un hombre sensato inclinarse por las palabras y entregarles a sí mismo y su alma, ni tenerles a ellas y a sus autores una confianza absoluta, y afirmar, como si lo supiese, que no hay nada estable, que todo se disuelve como el barro, que las cosas se parecen a alguien enfermo de catarro y son arrastradas en un movimiento y un pasar perpetuos. Tal vez es así, Crátilo, tal vez es de otro modo. Es necesario pues examinar este punto con valentía y con el mayor cuidado sin admitir nada a la ligera. Tú aún eres joven y estás en la flor de la edad. Comunícame, si hay lugar a ello, lo que averigües.

Crátilo, 439b 440d. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p.17-19).