Mosterín: perceptos y conceptos

Extractos de obras

Los mecanismos neurosensoriales que permiten al animal identificar el mismo objeto visto desde diversos ángulos, a diferentes distancias y luces, etc., le permiten también identificar la misma forma genérica en diversos objetos que la tienen. A estas formas perceptuales (individuales o genéricas) corresponde en el animal algo (algún tipo de patrón sensorial) a lo que podemos llamar un percepto o preconcepto perceptual. Es como un concepto prelingüístico.

El infante tiene perceptos antes de saber hablar y no sólo distingue a su madre de otras personas o cosas, sino también distingue los chupetes de los demás objetos. Posee el percepto de chupete.

Los animales no humanos no hablan, pero distinguen e identifican ciertas formas genéricas que les interesan, tales como las especies animales que constituyen sus presas o sus predadores, las plantas de que se alimentan, las ramas en que se apoyan, las aguas, los caminos, etc.

La posesión de perceptos comunes posibilita a su vez la comunicación averbal. Así, los cercopitecos africanos disponen de un repertorio de veintidós mensajes diferentes (de peligro, sumisión, etc.). Las aves disponen de gritos o llamadas de alerta o peligro o contacto y de cantos de atracción de pareja o de afirmación territorial. Las abejas se transmiten unas a otras una información detallada acerca de la cantidad de comida que han encontrado, y de la dirección y distancia de la colmena en que esa comida se encuentra.

Los perceptos del infante (junto con la programación innata de su cerebro) posibilitan la adquisición posterior del lenguaje. Sólo cuando el infante ya posee los perceptos de su mamá, de orinar y de chupete, podemos enseñarle las palabras «mamá», «pipí» y «chupete», poniendo así etiquetas lingüísticas a perceptos ya poseídos por el infante. Al principio el infante usará la palabra recién aprendida conforme a su percepto, que quizá no coincida con el significado que esa palabra tiene en la lengua. Tras un periodo de ensayo y error, irá abandonando su viejo preconcepto perceptual y asumiendo un genuino concepto, asociado a una cierta forma lingüística, por un lado, y a un significado lingüísticamente compartido, por otro.

La pregunta de qué sea un concepto es una de las cuestiones más importantes que se plantean en filosofía. Desgraciadamente todavía estamos lejos de poderle dar una respuesta adecuada. Es de esperar que el progreso de la lingüística, la psicología, la neurofisiología y del propio análisis filosófico permitan dilucidar en el futuro el concepto de «concepto». De todos modos, lo que ya podemos hacer es distinguir claramente cuatro cosas distintas: los preconceptos perceptivos, los conceptos ordinarios de la lengua, los conceptos científicos y los conceptores de las teorías.

Los preconceptos perceptuales o perceptos son los patrones o plantillas de nuestro sistema neurosensorial, que nos permiten identificar formas perceptuales cada vez que se presentan en el continuo de nuestras sensaciones.

Los conceptos ordinarios son las unidades de representación simbólica del mundo de que disponemos en nuestra habla y en nuestro pensamiento articulado. En general corresponden a los significados de las palabras unívocas de la lengua en que hablamos (o pensamos) o a las acepciones de las palabras multívocas. La representación simbólica ordinaria suele ser bastante borrosa o difusa. Aprendemos a usar una palabra y adquirimos el correspondiente concepto mediante la extensión de casos paradigmáticos positivos y negativos, con lo cual la extensión del concepto sólo queda muy parcialmente determinada. Por eso no es de extrañar que hablantes de la misma lengua no siempre coincidan en sus calificaciones de lo que observan. De todos modos, y para los efectos de la vida práctica, ese halo de indeterminación que rodea a los conceptos ordinarios no constituye un obstáculo, sino más bien una fuente de flexibilidad e incluso de chistes y juegos de palabras.

Los conceptos científicos son o bien precisiones extraordinarias de conceptos ordinarios o bien unidades simbólicas de nueva creación, establecidas por convención de la comunidad científica pertinente. En ellos ha desaparecido el halo de indeterminación característico de los conceptos ordinarios, con los que nunca se identifican, aun cuando se expresan mediante la misma palabra. Los conceptos ordinarios de fuerza o de trabajo o de energía son totalmente distintos que los conceptos de la física expresados con las mismas palabras.

Los conceptores o conceptos teóricos, finalmente, no son símbolos de aspectos particulares de la realidad, sino algo mucho más abstracto, indicadores de lugar o testaferros supletorios de una infinidad de conceptos científicos posibles, testaferros que permiten la formulación de teoremas o combinaciones teóricas abstractas que sólo se convierten en ideas verdaderas o falsas al sustituir esos testaferros por conceptos científicos genuinos. Este abstruso ejercicio permite obtener una enorme ganancia de exactitud y generalidad. Su resultado son las teorías.

Grandes temas de la Filosofía actual, Aula Abierta Salvat, Barcelona 1981, p. 12-13.