Heidegger: los éxtasis temporales y la preeminencia del avenir.

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Extractos de obras

El «ser ahí» es abierto propia o impropiamente para sí mismo bajo el punto de vista de su existencia. Existiendo, se comprende a sí mismo, pero de tal suerte, que este comprender no representa un puro aprehender, sino que constituye el ser existencial del «poder-ser» fáctico. El ser abierto es el de un ente al que le va este ser. El sentido de este ser, es decir, la cura, que hace posible ésta con la constitución que tiene, constituye originalmente el ser del «poder ser». El sentido del ser del «ser ahí» no es otra cosa, que flote en el vacío y «fuera» de él mismo, sino el «ser ahí» mismo, que se comprende a sí mismo. ¿Qué es lo que hace posible el ser del «ser ahí» y con él su existencia fáctica?

Lo proyectado en la proyección existenciaria original de la existencia se desembozó como «precursor estado de resuelto». ¿Qué es lo que hace posible este «ser total y propio» del «ser ahí» en la unidad de su todo estructural con miembros? Tomando, bajo el punto de vista existenciario, formalmente, sin mencionar a cada nuevo paso el pleno contenido de la estructura, es el «precursor estado de resuelto» el «ser relativamente al» más peculiar y señalado «poder ser». Cosa semejante sólo es posible si el «ser ahí» en general puede advenir a sí en su posibilidad más peculiar y en este «poder advenir a sí» mantiene la posibilidad como posibilidad, es decir, existe. El poder «advenir» a sí en la señalada posibilidad, manteniéndola, es el fenómeno original del «ad-venir». Si es inherente al ser del «ser ahí» el propio o impropio «ser relativamente a la muerte», éste a su vez sólo es posible como «advenidero» en el sentido acabado de indicar y que se ha de determinar más todavía. «Advenir» no mienta aquí un ahora que aún no se ha vuelto «real», pero que llegará a ser, un buen día, sino el venir en que el «ser ahí» adviene a sí en su más peculiar «poderser». El «precursar» hace al «ser ahí» propiamente advenidero, pero de tal suerte que el mismo «precursar» sólo es posible en tanto que el «ser ahí» en cuanto siendo en general adviene a sí ya siempre, es decir, es advenidero en su ser en general.

El «precursor estado de resuelto» comprende el «ser ahí» en su esencial «ser deudor». Este comprender quiere decir tomar sobre sí existiendo el «ser deudor» o ser como fundamento yecto de «no ser». Pero tomar sobre sí el «estado de yecto» significa ser propiamente el «ser ahí» como en cada caso ya era. Pero el tomar sobre D el «estado de yecto» sólo es posible si el «ser ahí» advenidero puede «ser» su más peculiar «como en cada caso ya era», es decir, un «sido». Sólo en tanto el «ser ahí» en general «es»en el sentido de «yo soy sido» puede advenir a sí mismo en el advenir retroviniendo. Propiamente advenidero, es el «ser ahí» propiamente sido. El «precursar» de la posibilidad extrema y más peculiar es el comprensivo retrovenir al más peculiar sido. El «ser ahí» sólo puede ser sido propiamente en tanto es advenidero. El sido surge en cierto modo del advenir.

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El contenido fenoménico de este sentido, sacado de la constitución del ser del «precursor estado de resuelto», da su significaciónaltérmino «temporalidad». El uso de esta expresión como término técnico ha de alejarse antes que nada de todas las significaciones de «futuro», «pasado» y «presente» que sugiere el concepto vulgar del tiempo. Dígase lo mismo de los conceptos de un «tiempo» «subjetivo» y «objetivo» o «inmanente» y «trascendente». Dado que el «ser ahí» se comprende a sí mismo inmediata y regularmente en forma impropia, es lícito conjeturar que el «tiempo» de la comprensión vulgar del tiempo represente sin duda un fenómeno genuino, pero derivado. Surge de la temporalidad impropia, que tiene ella misma su origen peculiar. Los conceptos de «futuro», «pasado» y «presente» han brotado ante todo de la comprensión impropia del tiempo. El circunscribir terminológicamente los correspondientes fenómenos originales y propios lucha con la misma dificultad a que está sujeta toda terminología ontológica. Las violencias de lenguaje no son en este campo de investigación arbitrariedades, sino imperiosas necesidades cum fundamento in re. Para poder, sin embargo, mostrar acabadamente cómo se origina la temporalidad impropia en la original y propia, es menester describir antes en todo su detalle el fenómeno original, hasta aquí sólo rudimentariamente abocetado.

Si el «estado de resuelto» constituye el modo de la cura propia, pero él mismo sólo es posible gracias a la temporalidad, entonces es necesario que el fenómeno mismo a que hemos llegado mirando al «estado de resuelto» represente tan sólo una modalidad de la temporalidad que en general hace posible la cura en cuanto tal. La totalidad del ser del «ser ahí», la cura, es: «pre-ser-se-ya-en (un mundo) como ser-cabe (entes que hacen frente dentro del mundo)». Cuando se fijó por primera vez esta estructura con miembros, se señaló que, en atención a sus miembros, era necesario traer la cuestión ontológica más atrás aún o hasta poner de manifiesto la unidad de la totalidad de la multiplicidad de la estructura. La unidad original de la estructura de la cura reside en la temporalidad.

El «pre-ser-se» se funda en el advenir. El «ya-en» está denunciando que entraña el sido. El «ser cabe...» se hace posible en el presentar. Después de lo dicho se prohibe de suyo tomar el «pre» y el «ya» de acuerdo con la comprensión vulgar del tiempo. El «pre» no mienta «precedencia» en el sentido del «aún no ahora, pero sí posteriormente»; ni tampoco significa el «ya» un «ya no ahora, pero sí anteriormente». Si las expresiones «pre-» y «ya» tuviesen esta significación «temporosa», que también pueden tener, se diría de la temporalidad de la cura que era algo que es sobre todo «anteriormente» y «posteriormente», «aún no» y «ya no». Se concebiría la cura como un ente que tendría lugar y transcurriría «en el tiempo». El ser de un ente del carácter del «ser ahí» se convertiría en algo «ante los ojos», pero si tal cosa es imposible, entonces es necesario que la significación «temporosa» de dichas expresiones sea otra. El «pre» y el «preserse» indican el advenir, en el sentido de aquello que pura y simplemente hace posible que el «ser ahí» sea de tal suerte que le vaya su «poder ser». El proyectarse sobre el «por mor de sí mismo», que se funda en el advenir, es una nota esencial de la existenciariedad. El sentido primario de ésta es el advenir.

Igualmente significa el «ya» el sentido temporal existenciario del ser del ente que, en tanto es, es en cada caso ya yecto. Sólo porque la cura se funda en el sido puede el «ser ahí» existir como el ente yecto que él es. «Mientras» el «ser ahí» existe fácticamente, no es nunca pasado, pero sí que es siempre ya sido, en el sentido del yo soy sido. Y sólo puede ser sido mientras es. Pasado llamamos, por lo Contrario, al ente que ya no es «ante los ojos». De aquí que el «ser ahí» existiendo, no pueda apresarse nunca a sí mismo como un hecho «ante los ojos» que «con el tiempo» surge y pasa y parcialmente ya es pasado. El «ser ahí» nunca «se encuentra» sino como factum yecto. En el encontrarse se sorprende el «ser ahí» a sí mismo como el ente que, siendo aún, ya era, es decir, es constantemente sido. El sentido existenciario primario de la facticidad reside en el sido. La fórmula de la estructura de la cura indica con las expresiones «pre» y «ya» el sentido temporal de la existenciariedad y la facticidad.

[...]

La temporalidad hace posible la unidad de la existencia, la facticidad y la caída, constituyendo así originalmente la totalidad de la estructura de la cura. Los elementos de la cura no están simplemente amontonados, como tampoco la temporalidad misma va «con el tiempo» componiéndose de advenir, sido y presente. La temporalidad no «es», en general, un ente. No es, sino que se «temporacía». Por qué, sin embargo, no podemos menos de decir: «la temporalidad 'es' -el sentido de la cura», «la temporalidad 'es' -de tal o cual forma», sólo puede hacerse comprensible por medio de la idea aclarada del ser y del «es» en general. La temporalidad temporacía, y temporacía posibles modos de ella misma. Éstos hacen posible la multiplicidad de los modos de ser del «ser ahí», ante todo la posibilidad fundamental de la existencia propia e impropia.

Advenir, sido, presente, ostentan los caracteres fenoménicos del «a sí», del «retro..,», del «dejar que hagan frente...». Los fenómenos del «a...», «retro...», «cabe...», revelan en la temporalidad lo έχτατικόν por excelencia. La temporalidad es el original «fuera de si» en y para sí mismo. Llamamos, por ende, a los caracterizados fenómenos del advenir, el sido y el presente los «éxtasis» de la temporalidad. Ésta no empieza por ser un ente que luego sale de sí, sino que su esencia es la temporación en la unidad de los éxtasis. Lo característico del «tiempo» accesible a la comprensión vulgar consiste entre otras cosas justamente en que en él, en cuanto pura secuencia de ahoras sin principio ni fin, resulta nivelado el carácter extático de la temporalidad original. Pero esta misma nivelación se funda, según su sentido existenciario, en una determinada temporación posible, conforme a la cual la temporalidad en cuanto impropia temporacía el llamado «tiempo». Si, por ende, se demuestra que el «tiempo» accesible a la comprensividad del «ser ahí» no es original, antes bien surge de la temporalidad propia, se justifica con arreglo al principio a potiori fit denominatio que denominemos a la temporalidad que acabamos de poner de manifiesto el «tiempo original».

En la enumeración de los éxtasis hemos mencionado siempre en primer lugar el advenir. Es para indicar que el advenir tiene una primacía dentro de la unidad extática de la temporalidad original y propia, aunque la temporalidad no surja de un amontonamiento y secuencia de los éxtasis, sino que en cada caso se temporacía de éstos en cuanto son de igual originalidad. Pero dentro de ésta son diversos los modos de la temporación. La diversidad consiste en que la temporación puede determinarse primariamente desde cada uno de los diversos éxtasis. La temporalidad original y propia se temporacía desde el advenir propio, por modo que advenideramente sida despierta ante todo el presente. El fenómeno primario de la temporalidad original y propia es el advenir. La primacía del advenir tomará ella misma diversas inflexiones, respondiendo a la modificada temporación de la temporalidad impropia, pero será visible incluso en el «tiempo» derivado.

La cura es «ser relativamente a la muerte». El «precursor estado de resuelto» lo definimos como el «propio ser relativamente la caracterizada posibilidad de la absoluta imposibilidad del 'ser ahí' ». En semejante «ser relativamente a su fin» existe el «ser ahí» total y propiamente como el ente que puede ser «yecto en la muerte». El «ser ahí» no tiene un fin al llegar al cual pura y simplemente cesa, sino que existe finitamente. El advenir propio que temporacía primariamente la temporalidad que constituye el sentido del «precursor estado de resuelto», se desemboza con ello él mismo como finito. Pero ¿no «prosigue el tiempo», a pesar del «ya no ser ahí» yo mismo? Y ¿no puede aún haber «en el advenir» y advenir desde él una infinidad de cosas?

Estas preguntas deben responderse afirmativamente. A pesar de ello, no encierran objeción alguna contra la finitud de la temporalidad original -porque, sencillamente, ya no tratan de ésta. La cuestión no es lo que pueda acaecer aún «en un tiempo que prosiga», ni qué clase de «advenir a si» pueda hacer frente «desde este tiempo», sino cómo está constituido originalmente el «advenir a si» mismo en cuanto tal. Su finitud no quiere decir primariamente un cesar, sino que es un carácter de la temporación misma. El advenir propio y original es el «a sí», a si, existiendo como la irrebasable posibilidad del «no ser». El carácter extático del advenir original reside justamente en que concluye el «poder ser», es decir, es concluso él mismo y en cuanto tal hace posible la comprensión existencial resuelta del «no ser». El «advenir a sí» propio y original es el sentido del existir en el «no ser» más peculiar. Con la tesis de la finitud original de la temporalidad no se niega que «prosiga el tiempo», sino que la tesis se endereza simplemente a fijar el carácter fenoménico de la temporalidad original, que se muestra en lo proyectado por la proyección existenciaria original del «ser ahí» mismo.

La tentación de pasar por alto la finitud del advenir propio y original y con ella de la temporalidad, o de tenerla a priori por imposible, surge del constante ponerse por delante la comprensión vulgar del tiempo. Si ésta con razón tiene noción de un tiempo sin fin, y sólo de este tiempo, con ello no está dicho aún que comprenda ya también este tiempo y su «infinitud». ¿Qué quiere decir que el tiempo «prosigue» y «sigue pasando»? ¿Qué significa el «en el tiempo» en general y el «en» y «desde el advenir» en especial? ¿En qué sentido es «el tiempo» sin fin? Todo esto pide una explicación, si es que no quieren seguir careciendo de base las objeciones vulgares contra la finitud del tiempo original. Mas esta explicación sólo es factible una vez obtenido un adecuado planteamiento de la cuestión de la finitud y la infinitud, y este planteamiento surge dirigiendo una mirada de comprensión al fenómeno original del tiempo. El problema no puede formularse así: ¿cómo se convierte el tiempo infinito, derivado, «en que» surge y pasa lo «ante los ojos», en la temporalidad finita, original, sino así: ¿cómo surge de la temporalidad propia y finita la impropia, y cómo temporacía ésta, en cuanto impropia, del tiempo finito otro in-finito? Sólo porque el tiempo original es finito puede temporaciarse el «derivado» como in-finito. En el orden de la comprensión sólo resulta plenamente visible la finitud del tiempo una vez que se ha puesto de manifiesto el «tiempo sin fin» para oponer éste a aquélla.

Resumimos el anterior análisis de la temporalidad original en las siguientes tesis. El tiempo es originalmente como temporación de la temporalidad que hace posible la constitución de la estructura de la cura. La temporalidad es esencialmente extática. La temporalidad se temporacía originalmente desde el advenir. El tiempo originario es finito.

El ser y el tiempo, F.C.E.., México 1974, 5ª p.352-358.