H. Marcuse: ¿una civilización no represiva?

Ésta podría ser una edición anterior y no la más reciente o aprobada. Ir a la versión actual.

Extractos de obras
¿una civilización no represiva?

La sola idea de una civilización no represiva, concebida como posibilidad real en la civilización establecida en el momento actual, parece frívola. Inclusive si uno admite esta posibilidad en un terreno teórico, como consecuencia de los logros de la ciencia y la técnica, debe tener en cuenta el hecho de que estos mismos logros están siendo usados para el propósito contrario, o sea: para servir los intereses de la dominación continua. Las formas de dominación han cambiado: han llegado a ser cada vez más técnicas, productivas, e inclusive benéficas; consecuentemente, en las zonas más avanzadas de la sociedad industrial, la gente ha sido coordinada y reconciliada con el sistema de dominación hasta un grado imprecedente.

Pero, al mismo tiempo, las capacidades de esta sociedad y la necesidad de una productividad aún mayor engendran fuerzas que parecen minar los fundamentos del sistema. Estas fuerzas explosivas encuentran su más clara manifestación en la automatización. La automatización amenaza con hacer posible la inversión de la relación entre el tiempo libre y el tiempo de trabajo, sobre la que descansa la civilización establecida, creando la posibilidad de que el tiempo de trabajo llegue a ser marginal y el tiempo libre llegue a ser tiempo completo. El resultado sería una radical tergiversación de valores y un modo de vivir incompatible con la cultura tradicional. La sociedad industrial avanzada está en permanente movilización contra esta posibilidad.

Así, el concepto de una forma de vivir no represiva ha sido invocado en este libro para mostrar que la transición a un nuevo estado de civilización, que las posibilidades de la época actual sugiere, puede implicar la subversión de la cultura tradicional, tanto en el aspecto intelectual como en el material, incluyendo la liberación de las necesidades y satisfacciones instintivas que hasta ahora han permanecido como tabús y han sido reprimidas. Mi hipótesis ha sido sometida a malas interpretaciones; la más seria de ellas se refiere a los cambios y precondiciones necesarios para el nacimiento de esa nueva etapa.

Subrayé desde el principio de mi libro que, en el período contemporáneo, las categorías psicológicas han llegado a ser categorías políticas hasta el grado en que la psique privada, individual, llega a ser el receptáculo más o menos voluntario de las aspiraciones, sentimientos, impulsos y satisfacciones socialmente deseables y necesarios. El individuo, y con él los derechos y libertades individuales, es algo que todavía tiene que ser creado, y que puede ser creado sólo mediante el desarrollo de relaciones e instituciones sociales cualitativamente diferentes. Una existencia no represiva en la que el tiempo de trabajo (por tanto, la fatiga) se reduce al mínimo y el tiempo libre es liberado de todas las ocupaciones activas y pasivas del ocio impuestas sobre él en interés de la dominación, si es que puede ser posible, puede serlo sólo como resultado de un cambio social cualitativo. Sin embargo, las conclusiones de esta posibilidad, y la radical tergiversación de valores que exige, debe guiar la dirección de tal cambio desde el principio y debe ser eficaz inclusive en la construcción de las bases técnicas y materiales. Sólo en este sentido la idea de una gradual abolición de la represión es el a priori del cambio social -en todos los demás aspectos, sólo puede ser la consecuencia.

Con toda seguridad, uno puede practicar la no represión dentro del marco de la sociedad establecida: desde la mímica de vestirse y desvestirse hasta la vasta parafernalia de la vida activa o pasiva. Pero en la sociedad establecida, este tipo de protesta se convierte en un medio de estabilización e inclusive de conformismo, no sólo porque no toca las raíces del mal, sino porque contribuye a demostrar la existencia de las libertades personales que son practicables dentro del marco de la opresión general. Que estas libertades privadas sean practicables todavía y se practiquen es bueno; sin embargo, la servidumbre general les da un contenido regresivo. Antiguamente, la liberación de la represión era, dentro de condiciones normales, el privilegio exclusivo de una pequeña clase superior; bajo condiciones excepcionales, también le era permitida a los estratos menos privilegiados de la población y era asumida por éstos. En contraste, la sociedad industrial avanzada democratiza la liberación de la represión -una compensación que sirve para fortalecer al gobierno que la permite y a las instituciones que administran la compensación.

Propongo en este libro la noción de una «sublimación no represiva»: los impulsos sexuales, sin perder su energía erótica trascienden su objeto inmediato y erotizan las relaciones normalmente no eróticas y antieróticas entre los individuos y entre ellos y su medio ambiente. En un sentido opuesto, uno puede hablar de una «desublimación represiva»; liberación de la sexualidad en modos y formas que reducen y debilitan la energía erótica. También en este proceso la sexualidad se extiende sobre dimensiones y relaciones antiguamente prohibidas. Sin embargo, en lugar de recrear estas dimensiones y relaciones de acuerdo con la imagen del principio del placer, la tendencia opuesta se afirma: el principio de la realidad extiende su abrazo sobre Eros. La más clara ilustración de este hecho nos la proporciona la metódica introducción de la sexualidad en los negocios, la política, la propaganda, etc. El grado en que la sexualidad alcanza un definitivo valor en las ventas o llega a ser un signo de prestigio y de que se respetan las reglas del juego, determina su transformación en un instrumento de la cohesión social. El acento en este terreno familiar puede de terminar la profundidad del abismo que separa inclusive a las meras posibilidades de liberación del estado de cosas establecido.

Si hay alguna manera en la que la apariciónde estas posibilidades puede anunciarse a sí misma antes de la liberación, será por medio de un aumento antes que de un descenso de la represión: al contenerse la desublimación represiva. La última tiene un aspecto particularmente regresivo: la feroz y a menudo metódica y consciente separación de la esfera instintiva de la intelectual, del placer del pensamiento. Es una de las más horribles formas de enajenación impuestas al individuo por su sociedad y «espontáneamente» reproducida por el individuo como una necesidad y satisfacción propias. Lejos de justificar esta clase de separación, el concepto de la sublimación de Freud considera a las llamadas altas aspiraciones del hombre susceptibles de realizar el principio del placer -aunque esa realización presupone, en último análisis, un cambio cualitativo en el principio de la realidad establecido. Consecuentemente, la liberación instintiva abarca la liberación intelectual, tanto más cuanto que la lucha contra la libertad de pensamiento e imaginación ha sido convertida en un poderoso instrumento del totalitarismo, tanto el democrático como el autoritario. La desublimación represiva acompaña a las tendencias contemporáneas hacia la introducción de totalitarismo en los negocios cotidianos y los ocios del hombre, en su trabajo y en su placer. Se manifiesta a sí misma en todos los múltiples aspectos de las formas de diversión, de descanso, y está acompañada por los métodos de destrucción de la vida privada, el desprecio por la forma, la incapacidad para tolerar el silencio, la orgullosa exhibición de la crudeza y la brutalidad. Todo esto es liberación de la represión, liberación del cuerpo de las depravaciones del trabajo -es incluso liberación de un cuerpo sensual hasta cierto punto, que goza de los logros de la higiene física y la ropa agradable. Pero es, a pesar de todo, la liberación de un cuerpo reprimido, que actúa como instrumento de trabajo y de diversión en una sociedad que está organizada contra su liberación.

He acentuado suficientemente (y quizás ilícitamente) los aspectos progresivos y prometedores de este desarrollo para tener el derecho de insistir en los negativos. Los sucesos de los últimos años refutan todo optimismo. Las inmensas posibilidades de la sociedad industrial avanzada son movilizadas cada vez más contra la utilización de sus propios recursos para la pacificación de la existencia humana. Toda conversación acerca de la abolición de la represión, acerca de la vida contra la muerte, etc., tiene que colocarse dentro del marco actual de esclavitud y destrucción. Dentro de este marco, incluso las libertades y gratificaciones del individuo participan de la supresión general. Su liberación, instintiva tanto como intelectual, es un problema político; y una teoría de los cambios y precondiciones necesarios para realizar esta liberación tiene que ser una teoría del cambio social.

Prólogo a la edición de Vintage de Eros y civilización, en Psicoanálisis y política, Península, Barcelona 1969, p.149-155.