Gardner, Martin: el solipsismo

Extractos de obras

El solipsismo es la creencia insensata de que sólo existe uno mismo. Todas las otras partes del universo, incluida la otra gente, son ficciones insustanciales de la mente de la persona individual, que es lo único verdaderamente real. Es casi lo mismo que pensar que uno es Dios, y que yo sepa, nunca ha habido un auténtico solipsista que no acabara en una institución mental o que en el pasado no fuera considerado loco. ¿Por qué, pues, perder el tiempo comenzando mi confesión con un capítulo que trata de por qué no soy solipsista?


Una de las razones es que muchos filósofos han sostenido que no hay ninguna manera racional de refutar el solipsismo; que la creencia en que tanto la otra gente como un mundo exterior existen ha de estar basada en una especie de «fe animal», o que quizá no es más que un postulado que uno ha de hacer para no volverse loco, o porque es conveniente. [...]


A Bertrand Russell le gustaba recordar una carta que había recibido de una respetable lógica, Mrs. Christine Ladd-Franklin, en la que ella manifestaba ser solipsista. Dicha doctrina le parecía tan irrefutable, añadía, que no podía comprender por qué no lo eran también otros filósofos. En un sentido trivial, el solipsismo es, en efecto irrefutable. Todos somos prisioneros de lo que se ha dado en llamar nuestro «predicamento egocéntrico». Todo lo que sabemos del mundo se basa en información que recibimos por nuestros sentidos. Este mundo de nuestra experiencia -la totalidad de lo que vemos, oímos, gustamos, sentimos y olemos- es lo que se llama a veces nuestro «mundo fenoménico». Evidentemente, no hay ninguna posibilidad de percibir nada más que aquello que puede ser percibido, ni de experimentar cualquier cosa aparte de aquello que puede ser experimentado.

Los porqués de un escriba filósofo, Tusquets, Barcelona 1989, p. 13-14.