Dobzhansky: racismo y darvinismo social.

Extractos de obras

Los esfuerzos del hombre por conocerse a sí mismo se ven a menudo frustrados por su tendencia a ocultarse la verdad. La revolución industrial no logró beneficiar a todos por igual. En el siglo XIX coexistían en las ciudades de Europa y América la pobreza y la suciedad con un confort y lujo crecientes. En realidad no se trataba de nada nuevo; la disparidad de riqueza y posición social han intervenido cada vez más en la escena social desde que las simples economías de acumulación de alimentos y bajas densidades de población dieron paso a estructuras económicas más complejas y poblaciones crecientes. Lo que constituía una novedad era la rápida estructuración del mundo en imperios coloniales. La mayor parte de la humanidad se convirtió en «razas dominadas», a las que había que elevar e incluso civilizar; el método pedagógico consistía en poner a trabajar a los sometidos en provecho de sus amos blancos. Si alguno de éstos sentía la necesidad de tener la conciencia tranquila, un himno eclesiástico resolvía el problema:

El hombre rico en su castillo, el pobre en su cabaña.

Dios hizo los poderosos y los humildes. Él ordenó sus estamentos.

A medida que transcurría el tiempo, más y más gente consideraba muy conveniente complementar lo anterior con una justificación científica. Los darwinistas sociales descubrieron que Darwin, o su teoría, cumplían muy bien este propósito; todo lo que se necesitaba suponer era que Darwin no sólo había descubierto las leyes de la evolución biológica, sino también las que rigen la vida de las sociedades humanas. Como se demostrará con más detalles [...], fue la fraseología más que la esencia misma del darvinismo lo que se prestó fácilmente a abuso por parte de los sociólogos darwinistas.

En realidad, la palabra «lucha» en la «lucha por la existencia» era para Darwin una metáfora. Esta lucha no es necesariamente una contienda con derramamiento de sangre. Los animales y las plantas «luchan» para evitar los peligros del frío, calor, desecación, inundación, vientos fuertes, pero no congelan, queman o inundan a otros individuos de su misma especie o de otras. La palabra «natural» en «selección natural» no significa salvajismo o condiciones que precedan o excluyan los cambios realizados por el hombre en el medio ambiente. La selección natural está actuando en todas las sociedades humanas, desde las más primitivas técnicamente hasta las más avanzadas. La selección natural es simplemente la antonimia de la selección artificial. Aquélla significa reproducción diferencial de los poseedores de diferentes dotaciones genéticas debido a su acomodación o desajuste a un determinado medio, mientras que la selección artificial significa elección de progenitores o de sus progenies para un determinado propósito o con miras a un cierto fin [...]. Un problema muy complejo que hasta ahora no ha sido totalmente aclarado es precisar a quién se designa como «más apto» en la frase evolucionista «supervivencia del más apto» [...]. Lo que sí es claro es que el más apto no es necesariamente una figura romántica, ni un conquistador victorioso, ni un superhombre; es más probable que sea simplemente un progenitor prolífico.

Los sociólogos darwinistas no conocían, o no querían conocer, ninguna de estas sutilezas y salvedades. Para ellos tenía el mismo significado abundancia y ocupación de puestos por parte del poderoso que adaptabilidad biológica; y laissez faire económico, competencia a degüello y rivalidad que selección natural [...]. Los ciudadanos pudientes y conservadores pensaban consecuentemente que el éxito en los negocios es la medida de la valía de una persona; los sociólogos darwinistas explicaban que es también una medida de la idoneidad biológica. Sumner (18401910), un ideólogo americano del darvinismo social, enseñaba que «los millonarios son un producto obtenido por la selección natural actuando sobre la totalidad de los hombres para elegir los que puedan convenir a las exigencias de cierto trabajo que ha de realizarse». Por otra parte, «el fuerte y el débil son términos que no admiten ninguna definición, a menos que se hagan equivalentes al laborioso y al perezoso, al frugal y al derrochador... Si no nos gusta la supervivencia del más apto, sólo tenemos una alternativa posible, y es la supervivencia del más inepto». John D. Rockefeller, Sr., compartía esta opinión de todo corazón: «el crecimiento de un gran negocio es simplemente una supervivencia del más apto... Se trata sencillamente de la realización de una ley de la naturaleza y de Dios» [...]. Numerosos espíritus mediocres recibieron con entusiasmo estas opiniones o las consintieron. Dichas opiniones llegaron a ser, y continúan siendo, argumento de los conservadores; pero en la actualidad la mayoría de la gente las rechaza instintivamente, y con más frecuencia se aducen en discusiones políticas verbales que se osa imprimirlas.

El darvinismo social fue aún más lejos al exaltar el individualismo desmedido, aunque es demasiado evidente que el hombre es un animal social y la fidelidad al grupo puede sobreponerse a veces a los intereses individuales. (Los hombres de estado y los políticos son también partidarios de utilizar estos sentimientos.) Los sociólogos darwinistas suponían que el progreso humano exige una lucha y una concurrencia no sólo entre individuos, sino también entre clases sociales, naciones, estados y razas (véase capítulo 6). Se consideraba que este tipo de lucha era la forma superior, específicamente humana, de la selección natural. Mientras que Darwin estaba todavía elaborando sus teorías, Gobineau anticipó de hecho el darvinismo social al proclamar la existencia de una raza biológica superior, los nórdicos (véase capítulo 3). Pronto se hizo popular entre la gente influyente hablar de razas biológicamente superiores e inferiores. Los que proponían tales creencias vociferaban más en Alemania; entre ellos estaban Houston Chamberlain, que era inglés de nacimiento, y Wagner, que es más conocido como compositor. El desenlace culminante de las ideas racistas tuvo lugar al intentar Hitler conquistar el mundo para la Raza Superior.

Ahora bien, el racismo estaba lejos de ser endémico de Alemania. Un ideólogo del Imperio Británico declaró que «el pueblo inglés estaba destinado por naturaleza a gobernar las razas inferiores del mundo para provecho de ambas partes». En 1899 se dijo en el Senado de los Estados Unidos que «Dios no ha estado preparando durante un millón de años a los pueblos teutónicos y de habla inglesa para una vana e inútil autoadmiración... Nos ha hecho maestros en el gobierno para que podamos gobernar a los salvajes y pueblos seniles» [...]. Siempre recuerdo a un «caballero» de Alabama que defendía con cierta elocuencia la inconveniencia de difundir la educación entre los mejicanos, una raza que sólo está dotada biológicamente para servir. Esta clase de teorías no ha atraído exclusivamente a las naciones grandes y poderosas; el orgullo de grupo actúa fácilmente al imaginarse uno miembro de una pequeña y oprimida élite superior.

Evolución humana, Ariel, Barcelona 1969, p.26-28.