Al método instaurado por W. Jaeger en Aristoteles. Grundlegung einer Geschichte seiner Entwicklung (1923; trad. cast.: Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo intelectual, FCE, México 1946), se le denomina «método genético», porque parte de la hipótesis de que las obras aristotélicas han sido escritas en fases temporalmente sucesivas, e implica que Aristóteles abandonó una inicial fase platónica y metafísica para ir interesándose cada vez más por el mundo empírico. Esta tesis supone también, y esto es lo que ha sido más discutido, que incluso las obras más significativas del corpus han de ser vistas como compuestas en sucesivas etapas o estratos sin unificar (desde los tiempos de Aso y Mitilene), carentes por tanto de homogeneidad filosófica.
Ha habido autores que, con los mismos métodos que Jaeger, han demostrado una evolución en sentido contrario: de un Aristóteles empírico a un Aristóteles platónico; otros creen ver un Aristóteles platónico siempre pero cada vez más empírico; otros, en fin, lo ven en un equilibrio constante de ambos elementos.
El investigador Giovanni Reale (G. Reale, Introducción a Aristóteles, Herder, Barcelona 1985, p. 40-42 y 175-177) pone de relieve que, aun considerando el Corpus aristotélico como cursos de lecciones que se van coleccionando, no deben tratarse como simples apuntes de clase y que, en definitiva, citando la opinión de P. Aubenque, un autor es responsable de la obra suya que conoce y no corrige. Lo cual significa que la lectura de las obras de Aristóteles, tal como hoy en día se conocen, permite una comprensión filosófica homogénea y unitaria, de su pensamiento, aunque siempre deba en ellas admitirse el reflejo de una cierta historicidad de las ideas.