Bueno, Gustavo: criterios ontológicos del materialismo filosófico

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Extractos de obras

+++ Gustavo Bueno: criterios ontológicos del materialismo filosófico

El materialismo filosófico oferta un sistema de coordenadas capaz de traducir a sus términos el núcleo esencial de la filosofía clásica. Se trata de una doctrina académica (no vulgar), crítica (no simplista y dogmática como el Diamat), dialéctica y filosófica (no cientista como la de Havemann), cuya originalidad reside en la afirmación de que toda filosofía verdadera debe ser considerada como materialista.

En su esqueleto, la ontología materialista distingue dos planos:

I. La ontología general, cuyo contenido es la Idea de materia ontológico-general (M), definida positivamente como pluralidad (partes extra partes), exterioridad y codeterminación.

II. La ontología especial, cuya realidad positiva son tres géneros de materialidad, que constituyen el campo de variabilidad empírico transcendental del mundo (Mi, es decir Mi= (M1, M2, M3). Esta arquitectura trimembre recuerda la tripartición ontológica especial de Wolff (Mundo, Alma y Dios), de la que nos distancia históricamente la crítica ejecutada por Kant en su Dialéctica Transcendental y la subsiguiente sustitución, en el idealismo alemán, por una estructura bimembre (Filosofía de la naturaleza / Filosofía del espíritu), que, aunque modificada, sigue perviviendo en el Marxismo (dialéctica de la naturaleza / dialéctica de la historia). La arquitectura trimembre de la Ontología especial mantiene una estrecha correspondencia con la estructura trimembre de los ejes del espacio gnoseológico. Así, refiriéndonos al eje sintáctico, los términos de las ciencias se corresponden con las realidades del primer género (fisicalistas); las operaciones, en tanto incluyen siempre un sujeto gnoseológico, se corresponden con las realidades del segundo género (fenomenológicas); y las relaciones (las estructuras esenciales, las leyes, etc., son sistemas de relaciones) se corresponden con las entidades del tercer género.

Regresar a esta arquitectura trimembre tiene un triple sentido crítico:

(i) demostrar las limitaciones internas de la críticailustrada, que pretende destruir la divinidad ignorándola, en lugar de concederle un sentido ontológico ateo en M3.

(ii) recuperar para el materialismo la enorme masa de verdades filosóficas construidas históricamente, que pasan muchas veces por ser simples errores espiritualistas o idealistas.

(iii) superar definitivamente el dualismo hegeliano, cuya herencia ha hipotecado y bloqueado el desarrollo del materialismo marxista. Esta superación se lleva a cabo simultáneamente en ambos planos. En el plano ontológico-general seniega todo cosmismo mundanista, que abriga la idea metafísica del universo como una omnitudo realitatis ordenada, en la que «todo lo racional es real y viceversa». Puesto que M es una pluralidad infinita, el materialismo niega tanto el monismo como el holismo armonista. A su vez, en el plano de la ontología especial se afirma la inconmensurabilidad de los tres géneros de materialidad, tesis que se opone a todo formalismo, entendiendo por tal las doctrinas reduccionistas que pretenden explicar íntegramente algún género en términos de otro. Las variedades algebraicas del formalismo (primario, secundario, terciario, etc.) se corresponden con los géneros de materialidad que pasamos a exponer brevemente.

Por M1 (primer género de materialidad), entendemos todas las entidades constitutivas del mundo físico exterior, tales como rocas, organismos, campos electromagnéticos, explosiones nucleares, edificios o satélites artificiales.

M2 (segundo género de materialidad) connota todos los fenómenos de la vida interior etológica, psicológica e histórica, tales como un dolor de muelas, una conducta de acecho o una estrategia bélica. Su reconocimiento no implica practicar el espiritualismo ni el solipsismo, puesto que las relaciones reflexivas no son originarias y la conciencia es social, supraindividual, y se objetiva a través del lenguaje.

M3 (tercer género de materialidad) comprende todos los objetos abstractos tales como el espacio proyectivo reglado, las rectas paralelas, el conjunto infinito de los números primos, la Langue de Saussure o las relaciones morales contenidas en el imperativo categórico de Kant. Por supuesto, los contenidos de M3 se ejercitan en conexión con los contenidos de M1 y M2, , pero las tres materialidades son heterogéneas e inconmensurables entre sí.

Las relaciones entre la materia ontológico-general y los tres géneros de materialidad son complejas, dialécticas y circulares, pues M no consiste en la suma de los Mi, ni se distribuye en ellos como un género en sus, especies o un todo en sus partes, sino que se constituye regresivamente a partir de las contradicciones constatadas entre las partes de Mi por medio de su trituración y autodestrucción efectivas. Así pues, en tanto que producto del regressus desde «lo que hay», la Idea de Materia es una idea límite, crítica, negativa (la negación de que la Materia se agote en cualquier determinación positiva), de la que sólo tenemos un conocimiento negativo (que no es lo mismo que la negación de todo conocimiento). Porque la negación dialéctica brota en la relación de la materia cósmica consigo misma, cuando esa suerte de relación reflexiva y autocontextual alcanza ella misma la forma de una contradicción. Este proceso, cuyas resonancias neoplatónicas no ocultamos, implica la presencia de una conciencia o Ego transcendental (E), por cuya mediación se ejercitan autocontextualmente, tanto el regressus destructivo desde las apariencias ontológico-especiales, como el progressus constructivo hacia la symploké dialéctica o hacia el establecimiento de las legalidades racionales de los diferentes géneros. La instancia E juega un papel esencial, pues supone un límite infranqueable, «transcendental», que la crítica regresiva no puede rebasar, so pena de nihilismo o escepticismo. Pero, además, hay un privilegio de la corporeidad humana de E, a cuya escala se ajusta el mundo, consecuente con el materialismo, hasta el extremo de llegar a convertirla en punto de articulación entre los distintos géneros de materialidad.

G. Bueno, A. Hidalo y C. Iglesias, Symploké, Ediciones Júcar, Madrid 1991, 3ª ed., p. 40-41.