Yo llamo al universo «todo infinito» porque no tiene borde, límite o superficie; digo que el universo no es «totalmente infinito» porque cada una de las partes que podemos tomar de él es finita y cada uno de los mundos innumerables que contiene es finito. Llamo a Dios «todo infinito» porque excluye de sí todo límite y cada atributo suyo es uno e infinito; y digo que Dios es «totalmente infinito» porque todo él está en todo el mundo y en cada una de sus partes infinitamente y totalmente, al contrario que la infinitud del universo, la cual está totalmente en todo, pero no en todas las partes (si a propósito del infinito podemos hablar de partes) que podamos comprender en él.
G. Bruno, Del infinito: el universo y los mundos, Alianza, Madrid 1993, p. 116-117. |