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(del griego πρόβλημα, próblema, lo puesto delante, del verbo proballo, poner delante, presentar)
Dificultad, tanto teórica como práctica, que alguien se propone, o debe, resolver. El sujeto que se plantea un problema puede ser también la sociedad o la humanidad entera: «el problema de los residuos nucleares» o «el problema de la capa de ozono». Cuando la dificultad es de orden práctico se denomina tarea. En la práctica de las ciencias, sean las formales o sean las de la naturaleza o las ciencias del espíritu, la resolución de problemas requiere el recurso a un procedimiento más o menos formal denominado cálculo o método. La dificultad, en cambio, que no requiere un procedimiento formal de resolución se llama cuestión o pregunta. A los problemas filosóficos les incumbe una doble característica:
1) se refieren a cuestiones «vitales», tanto prácticas como teóricas, y
2) proponen respuestas que no sólo no pueden considerarse definitivas, sino que incluso replantean, o ponen en discusión, los términos en que se ha propuesto el mismo problema.
Como ejemplos de problemas filosóficos podemos enumerar los temas generales del libro de B. Russell, Los problemas de la filosofía [Labor, Barcelona 1978], una de las más clásicas y útiles introducciones a la filosofía, así como los de la obra de Martin Gardner, matemático que se dedica a la divulgación de temas científicos y filosóficos, Los porqués de un escriba filósofo [Tusquets, Barcelona 1989] :
B. Russell:
Apariencia y realidad
La existencia y la naturaleza de la materia
La existencia del mundo exterior
El conocimiento
La inducción
Los primeros principios
Conocimientos a priori
Los universales
La intuición
Verdad, falsedad, error, opinión
Los límites del conocimiento.
M. Gardner:
El mundo: por qué no soy solipsista
La verdad: por qué no soy pragmatista
La ciencia: por qué no soy paranormalista
La belleza: por qué no soy un relativista estético
La bondad: por qué no soy un relativista en lo ético
El libre albedrío: por qué no soy ni determinista ni indeterminista
El estado: por qué no soy anarquista; por qué no soy smithiano
La libertad: por qué no soy marxista
Los dioses: por qué no soy politeísta
El todo: por qué no soy panteísta
Las demostraciones: por qué no creo que se pueda demostrar la existencia de Dios
La fe: por qué no soy ateo
La plegaria: por qué no la considero absurda
El mal: ¿por qué?; por qué no sabemos por qué
La inmortalidad: por qué no me extraña; por qué no la considero imposible
Por qué no puedo dar el mundo por supuesto.
Aunque las preguntas que se plantean los problemas filosóficos sean del tipo que suele llamarse de «preguntas abiertas» no quiere decir que sean preguntas carentes de sentido. Un problema o una pregunta carece de sentido, o no es significativa, si no va orientada a obtener una respuesta, existente o meramente posible, que a su vez tenga sentido. A poner de relieve esta circunstancia fundamental se orientan principalmente las críticas que autores de diversas corrientes de la filosofía analítica dirigen contra el planteamiento de determinados problemas, cuestiones y preguntas. En general, un problema tiene sentido cuando plantea una cuestión a la que es lógicamente posible darle respuesta (ver texto ); los problemas insolubles, por estar mal planteados, carecen de sentido. Algunos problemas considerados «profundos» son, para esta corriente filosófica, simplemente problemas mal planteados y, por lo mismo, carentes de sentido (ver texto ). Entre estos problemas considerados profundos se enumeran, sobre todo, los siguientes:«¿Por qué existimos?», «¿Por qué existe el mundo», «Por qué existe algo y no más bien nada?, etc.». Se sostiene -sobre todo dentro de la corriente de filosofía analítica o aledaños- que dichos problemas carecen de sentido sea porque se trata más bien de quejas y lamentaciones personales, sea porque, si se pregunta por el «universo» o el «todo», sin restricción alguna, no se puede suponer al mismo tiempo, sin faltar a la lógica, que haya algo fuera del todo que sea la explicación del mismo. Se les considera también «misterios» o preguntas teológicas.
Otras maneras de hacer filosofía sostienen que estos problemas profundos son precisamente los más propios de la filosofía (ver texto ). Las tres preguntas clásicas de Kant: ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer ? y ¿Qué puedo esperar? (ver texto ), pueden considerarse una de las formulaciones más paradigmáticas de los problemas propios de la filosofía; a ellas añade, en la Lógica, una cuarta pregunta: ¿Qué es el hombre?
Reducción a la antropología
El ámbito de la filosofía se reduce a las tres cuestiones siguientes :
1) ¿Qué puedo saber?
2) ¿Qué debo hacer?
3) ¿Qué me está permitido esperar?
4) ¿Qué es el hombre?
A la primera cuestión responde la metafísica, a la segunda la moral, a la tercera la religión, a la cuarta la antropología. Pero en el fondo, se podría reducir todo a la antropología, porque las tres primeras cuestiones llevan a la última.
Kant, Logique, Vrin, París 1966, p. 25.