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I. Kant

En la filosofía moral de Kant, en la Crítica de la razón práctica, la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios, en cuanto exigidas a priori por la razón humana, como condiciones de posibilidad de la ley moral y de lo que ésta prescribe (ver texto ). Así como la razón teórica parte del hecho de que existe conocimiento científico e indaga, en consecuencia, cómo es posible, así también, en la razón práctica, parte Kant del factum, del hecho, de que el hombre es moral y, en consecuencia, indaga las condiciones de posibilidad de este hecho: son los «postulados» de la razón práctica (ver cita).

El primero de ellos es la libertad. De ella ofrece dos nociones: como independencia del hombre respecto de la causalidad natural, o determinismo de la naturaleza, por la cual el hombre no está (definición negativa: voluntad no sometida a la naturaleza) obligado a ella, porque en caso contrario no podría considerarse responsable de lo que hace, y como autonomía de la voluntad de darse la ley (moral) a sí mismo, o de ser su propia causalidad (definición positiva: naturaleza sometida a una voluntad), que es la única clase de moralidad digna del hombre, al entender de Kant. La libertad es un postulado de la razón práctica porque coincide con la primera reflexión de la razón sobre la moralidad. Si el hombre es moral, si la moralidad es, en consecuencia, «bien supremo» del hombre, la naturaleza de este bien supremo que la voluntad misma se impone exige que en algún momento el bien supremo sea también «bien completo», perfecto o consumado, esto es, que el hombre sea efectivamente virtuoso y feliz a un mismo tiempo. Ahora bien, la moralidad completa es inalcanzable en una vida finita; exige un progreso infinito, sólo alcanzable en una vida inmortal. Pero, además, la coincidencia de felicidad y moralidad en la voluntad humana sólo es posible idealmente si esta voluntad se identifica con una voluntad moralmente perfecta, santa y omnipotente a la vez. La consideración del «bien supremo», de la moralidad que ha de poder identificarse con el bien completo del hombre, lleva a pensar en la necesidad de una voluntad humana libre, de un mundo inteligible, la inmortalidad, y en la existencia de un ser supremo. Esto es, los tres «postulados de la razón práctica». Es un conocimiento práctico (ver texto ) de la razón, moralmente necesario, dice Kant, al que el hombre no puede renunciar. Los postulados coinciden con las ideas trascendentales de la razón, vistas desde las exigencias de la razón práctica. (Ver texto ).