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Nombre con el que se conocen las ciudades-estado de la antigua Grecia (πόλις), que fueron el marco donde se engendró y expandió la cultura helénica hasta el período helenístico, posterior a Alejandro Magno, cuando perdieron su carácter autónomo. Del término polis deriva «política» (politiké, politeia), o arte de gobernar la polis o la comunidad de sus ciudadanos (politai).

Templo de Zeus en Atenas

El origen de las polis se remonta hacia la primera o segunda mitad del siglo VII a.C., como un largo proceso de reorganización social posterior al fin de la antigua monarquía micénica, momento en que se produjo la unificación entre unos núcleos urbanos y el campo circundante que creaba la estructura típica de las polis. En general, la mayoría de las primeras polis se crearon en los emplazamientos de anteriores ciudadelas micénicas. Generalmente el núcleo urbano se desplegaba al pie de una acrópolis que servía de regugio en caso de peligro. Este núcleo urbano estaba rodeado de campos (tierras cívicas o χώρα), los más fértiles se dedicaban a la agricultura y eran de propiedad privada, mientras que los terrenos menos fértiles, generalmente de propiedad comunitaria, se dedicaban al pastoreo. La mayoría de las polis estaban ubicadas bastante cerca del mar, pero el puerto habitualmente constituía un núcleo urbano distinto. A pesar de compartir muchos rasgos en común, cada polis tenía su propia constitución política y distintas formas de regirse, que podían ser desde la democracia, hasta la tiranía, pasando por la oligarquía, la timocracia o la monarquía. Por otra lado, dejando aparte los esclavos, que carecían completamente de derechos políticos y estaban privados de libertad, tampoco los extranjeros podían tener derechos (aunque sí libertad), y especialmente les estaba vedada la posibilidad de adquirir bienes inmuebles en una polis que no fuese la suya. En general, tampoco gozaban de plenos derechos políticos las mujeres ni los menores. La ciudadanía se adquiría por nacimiento, y se vinculaba a alguno de los genos o fratrías, pero solamente se era plenamente ciudadano si se participaba directa y activamente en la gestión de la vida pública (como lo recalca Aristóteles en varias ocasiones).

En la historia de la filosofía se ha señalado el importante papel de las polis y de su estructura urbanística presidida por el ágora o centro de reunión y de parlamento entre los habitantes, como uno de los elementos que coadyuvaron al desarrollo de una forma de pensamiento que superó los límites de los relatos míticos, de las antiguas teogonías y del pensamiento dogmático presidido por las creencias religiosas del pensamiento oriental, y que engendró un pensamiento crítico y antidogmático que ya se muestra desde los primeros presocráticos. Por todo ello, se ha dicho que la razón griega aparece como hija de la polis (ver del mito al logos).

Platón

En cuanto que la polis era el marco de desarrollo humano, económico, cultural e intelectual, la reflexión sobre el desarrollo, las funciones, el destino, la composición y las formas de gobierno de estas polis pasó a constituirse en centro de la reflexión filosófica, especialmente con Platón que, en su República (término que es la traducción latina de la obra griega denominada Politeia) y en las Leyes, intenta definir cómo debe ser la polis ideal, y que en el Timeo relaciona con el conjunto del cosmos. También Aristóteles se ocupó de estas cuestiones, tanto en la Ética a Nicómaco, como en su Política. Igualmente los estoicos reflexionaron sobre la polis, pero en el contexto del período helenístico, marcado por la desaparición del papel de éstas, extendieron su reflexión al conjunto del cosmos y crearon el ideal cosmopolita: el cosmos como polis común.


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