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(del latín, persona, máscara teatral)

Lo que diferencia a una persona de otra, lo que el hombre realmente es, el sí mismo, lo que distingue a un individuo de todos los demás y de «todo» lo demás. Son muchas las definiciones que, desde diversas teorías, intentan expresar los rasgos esenciales de la personalidad; todas son parciales y todas suponen perspectivas distintas. La casi totalidad de ellas supone, no obstante, que en la personalidad entran dos clases de componentes que se integran en un todo: los elementos biológicos (morfológicos y fisiológicos) y los psicológicos (intelectuales, apetitivos, afectivos y morales), que se configuran de una manera característica y exclusiva en cada individuo y se manifiestan en su conducta habitual.

G Allport

Las teorías de la personalidad han proliferado a partir de los años treinta; ya Gordon W. Allport, el gran teórico de la psicología de la personalidad, se refirió, en su tiempo, a más de 50 maneras de entender la personalidad, que él define como «la organización dinámica, en el interior del individuo, de los sistemas psicofísicos (variables psicológicas) que determinan su peculiar adaptación al ambiente», o como dijo posteriormente: «que determinan su conducta y pensamiento característicos».

Las primeras teorías se denominan constitucionalistas, porque se basan en la relación que se establece entre la constitución física de las personas y las características psicológicas. La primera de ellas históricamente, formulada por Hipócrates y Galeno, es la teoría de los cuatro humores (sangre, flema, bilis y atrabilis), provenientes de los cuatro elementos presocráticos (tierra, agua, aire y fuego), que daban fundamento a cuatro tipos de temperamentos (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico). Los tipos hipocráticos han estado vigentes durante mucho tiempo y ni la psicología moderna los ha desechado. En la época actual, Kretschmer y Sheldon han renovado las teorías constitucionalistas adoptando, el primero de ellos, tres tipos morfológicos: leptosómico, pícnico y atlético, que se asocian a tres temperamentos: esquizotímico, ciclotímico y baricinético. Sheldon, a su vez, distingue tres componentes morfológicos primarios: endomorfismo, mesomorfismo y ectomorfismo, que determinan el somatipo; a ellos corresponden tres grupos de características psicológicas centradas, respectivamente, en la viscerotonía, la somatotonía y la cerebrotonía.

Las teorías psicodinámicas siguen el modelo psicoanalítico de Freud, que de alguna forma se ha difundido y universalizado en todo el ámbito cultural. Parte de la estructuración de la personalidad según tres instancias o niveles, yo, super yo y ello, que suponen tres tipos o niveles de procesos psíquicos que interaccionan entre sí según los principios y supuestos del psicoanálisis. Esta estructuración tripartita recuerda, y de alguna manera se funda en ella, la división en tres del alma en Platón y Aristóteles, a modo de tres principios vitales, dotados cada uno de ellos de su finalidad y su virtud propia. Tanto los seguidores del psicoanálisis freudiano, como sus críticos, han enriquecido con el tiempo la aportación de Freud a la teoría de la personalidad. Su hija, Anna Freud, añade los mecanismos de defensa del yo, y Erik Erikson destaca la importancia del ambiente social en la configuración de la personalidad. Adler y Jung, discípulos primero de Freud, luego psicólogos independientes, proponen sus propias teorías, basada la del primero en el concepto del «complejo de inferioridad» y, la del segundo, en el del «inconsciente colectivo»; Jung además introduce los términos introversión y extraversión y los tipos correspondientes.

En el seno de la psicología experimental se han desarrollado, contra un supuesto carácter no científico del psicoanálisis y en la misma línea de crítica del conductismo contra toda interiorización de entidades psicológicas, diversas teorías multifactoriales de la personalidad o simplemente «teorías factoriales de la personalidad». Parten del supuesto del llamado «análisis factorial», según el cual deben someterse a experimentación todas las variables que pueden explicar un fenómeno psicológico. Por lo mismo, postulan que también la personalidad humana está constituida por múltiples factores, que se polarizan en torno a los dos ejes de extraversión/introversión. La teoría propuesta por Cattell es una de las más conocidas. Según Cattell, la personalidad se compone de rasgos psíquicos (o factores), hasta 36, con base biológica que determinan la conducta de una persona, que resulta predecible, si se conoce su personalidad. Se dividen en rasgos de origen (estables) y rasgos de superficie (inestables), rasgos únicos (propios) y rasgos comunes (no exclusivos de un individuo). Todo rasgo se divide a su vez en otros rasgos de capacidad, temperamento y dinámico, y todo rasgo dinámico se divide en ergs (instintos) y metaergs (intereses, actitudes y sentimientos). Los instrumentos para medir los rasgos o sus componentes son los llamados datos L, Q y T. Datos L (del inglés Life records) son los datos biográficos, aportados por un observador; los datos Q (del inglés questionary data) representan la autoevaluación del individuo mediante cuestionarios; y datos T (del inglés test data), datos objetivos obtenidos de tests. El test 16 PF (test de Cattell) mide todos estos factores. Las teorías factoriales, ésta y la de H.J. Eysenck o de J.B. Guilford, se basan en mediciones y análisis matemáticos de los «factores» de personalidad mediante cuestionarios de personalidad; el problema que se suscita al respecto es si tales factores tienen verdadera existencia psíquica, o si son más bien sólo constructos metodológicos.

Las aportaciones de Henry Murray y Gordon W. Allport, ambos psicólogos americanos críticos de Freud, pero influidos por el psicoanálisis, son importantes. Murray, inventor del término «personología», que define como la ciencia de las personalidades individuales como un todo, construye una teoría de la motivación basada en los conceptos de «necesidad» (need), o impulso, sustitutivo de las pulsiones de Freud, y «presión» (presses), estímulo, o efecto de la situación sobre el organismo; la combinación de una necesidad y una presión es un tema, esto es, un episodio de la vida de un individuo: un individuo actúa porque siente una necesidad que una situación externa puede acentuar aún más; la sucesión de estas acciones o temas configura la personalidad del individuo, en forma de huellas mentales estables. Las necesidades las divide Murray en «viscerogénicas» (primarias) y «psicogénicas» (secundarias). Para medirlas creó el test proyectivo de apercepción temática (Thematic Apperception Test : TAT).

G.W. Allport, discípulo de W. Stern, construye su teoría de la personalidad en torno de los conceptos de los rasgos y la autonomía funcional. A los rasgos llama también «sistemas psicofísicos», y son los factores o las variables que constituyen la personalidad; son congénitos o adquiridos, comunes o individuales, y de su integración en un todo surge el proprium, parte fundamental de la personalidad. La autonomía funcional la define como un sistema de motivos en los adultos, que depende de sistemas de motivos anteriores, pero que funciona independientemente de ellos; las actitudes, los intereses y los sentimientos dependen de ella. Por esto Allport considera a la personalidad no como algo estable, sino como algo dinámico y en transformación.

Enlaces:

Personality Theories

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