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Esta cuestión puede tratarse desde dos perspectivas diferentes: 1) la vinculada a la tradición racionalista clásica, y 2) la vinculada con la filosofía analítica contemporánea.


1) la concepción de los mundos posibles según el racionalismo clásico

Noción que proviene de la filosofía medieval y del racionalismo francés. Así, según Malebranche (en el Tratado de la naturaleza y de la gracia, y en las Conversaciones sobre la metafísica), puesto que el mundo depende de Dios, y éste es omnipotente, podría haber tantos mundos como Dios quisiera, lo que destaca que el mundo actual es sólo un caso particular de entre los infinitos mundos posibles. Ahora bien, atendiendo a que Dios es un ser perfecto y omnisciente, si ha creado este mundo y no otro es porque éste es el más simple de todos los posibles. Pero esta noción será difundida especialmente por Leibniz al relacionarla con diversos puntos fundamentales de su sistema metafísico: las ideas de mónada, contingencia, omnipotencia y libertad divinas, y el optimismo metafísico que le caracterizaba.

G.W. Leibniz

Para Leibniz (especialmente en su correspondencia con Arnauld, pero también en su Teodicea y en su Monadología), hay infinitos mundos posibles que difieren entre sí por mínimas variaciones. El mundo real existente es resultado de una decisión divina que decide crearlo libremente, pero la existencia de este mundo real no impide la posibilidad de todos los que pueden pensarse sin contradicción. En esta noción funda Leibniz su definición de verdad necesaria: aquella que es verdadera en todos los mundos posibles. Pero de los infinitos mundos posibles, solamente puede existir uno, ya que, al entender por «mundo» el conjunto de todo lo existente, no es posible una pluralidad de mundos. Así, pues, el mundo actualmente existente es sólo uno de los infinitos mundos posibles -que son representados en la región de las verdades eternas, es decir, en la inteligencia divina (Teodicea § 42 i s., ver texto § 53 )-, pero en aplicación del principio de la razón suficiente, y teniendo en cuenta que: a) es Dios quien crea el mundo, b) Dios es omnipotente y omnisciente, de ahí se concluye que éste es el mejor de los mundos posibles.

La posibilidad de la pluralidad de mundos según Leibniz va ligada, por una parte, a la pregunta metafísica fundamental y más radical que él formula: «¿por qué es, en general, el ser y no más bien la nada?»; por otra parte, va unida al principio de razón suficiente que también formula él mismo. La pregunta por la razón del ser representa un cambio fundamental respecto de la metafísica antigua, que se planteaba solamente el problema ¿qué es el ser?. Con el creacionismo cristiano esta pregunta se transforma en la pregunta por la razón de ser del ser creado. Así, a la cuestión «¿por qué existe algo y no nada?», Leibniz responde, usando el principio de razón suficiente que, puesto que nada contingente puede ser causa de sí mismo y, puesto que nada existe sin razón, ha de existir una causa suprema y necesaria, es decir: Dios. Y la pregunta subalterna a la anterior «¿por qué lo que es es así y no de otra manera?», es respondida por Leibniz apelando a la perfección de Dios. Ahora bien, si Dios ha escogido libremente crear el mundo, no está tan claro que sea realmente libre al haber creado este mundo y no otro de los posibles, puesto que se ve, en cierta forma, obligado por una necesidad de orden moral (a saber, conseguir el mayor bien posible) a crear el mejor de los mundos posibles. Igualmente, para Leibniz en todo mundo posible las verdades de razón han de seguir manteniendo su necesidad.

2) los mundos posibles en la filosofía contemporánea

En la actualidad, esta noción significa la posibilidad de concebir otros mundos distintos del actual, o bien otros estados de cosas globales, donde lo que en éste consideramos posible sea allí verdadero. Con la aparición de la lógica modal, la noción de mundos posibles se convirtió en el punto fundamental de su teoría semántica: los mundos posibles son modelos teóricos, compuestos de conjuntos no vacíos de objetos y propiedades, que pueden servir como interpretación de todos los enunciados de lógica modal. El enunciado constituido por el operador de «necesidad» [math](\square)[/math] es verdadero en todos los modelos; el enunciado constituido por el operador de «posibilidad» [math](\diamond)[/math] es verdadero en alguno de estos modelos.

H. Putnam

En la filosofía analítica contemporánea, y en conexión con la lógica modal, ha vuelto a suscitarse el tema de los mundos posibles. El filósofo Saul Kripke ha sido uno de los más destacados defensores de la idea de los mundos posibles, que usa en lógica modal para contemplar universos alternativos. La consideración de la ficción de estos mundos posibles permite decidir acerca de enunciados modales (que incorporan términos como «posiblemente», «necesariamente», «tener que», «poder», etc. y que, generalmente, involucran condicionales contrafácticos) que a menudo nos piden que pensemos cómo las cosas podrían haber sido de forma diferente. Según Saul Kripke (y, también, según Hilary Putnam, por ejemplo), un objeto necesariamente tiene una propiedad si tiene esta propiedad en todos los mundos posibles en que dicho objeto exista.

Es decir, los enunciados necesarios son verdaderos en todos los mundos posibles. Con ello, Kripke llega a la conclusión de que los nombres son designadores rígidos y no equivalen a ninguna descripción que seleccione el referente: un nombre no es idéntico a una descripción (en contra de Russell) y, por tanto, los nombres no tienen sentido (en contra de Frege), sino sólo referente. De esta manera, un seleccionador rígido o nombre es un término que selecciona la misma entidad en cualquier mundo posible, mientras que un designador no rígido es un término que cambia su referente en distintos mundos posibles. Esta concepción permite a Kripke y a Putnam rechazar la noción de sentido de Frege, la noción de «aire de familia» de Wittgenstein y rechazar el extensionalismo de enfoque referencial (defendida por Quine o Davidson, entre otros). No obstante, la teoría de los designadores rígidos de Kripke (o deícticos según Putnam) plantea el llamado problema de la identidad transmundana: ¿cómo podemos reconocer objetos en distintos mundos posibles?. Dicho problema es negado por Kripke y Putnam afirmando que los mundos posibles no se descubren, sino que se estipulan, es decir, que se estipula qué individuos existen y con qué propiedades. Ello hace decir a Quine que la lógica modal basada en la estipulación de mundos posibles es esencialista y no escapa a compromisos ontológicos harto discutibles, ya que los criterios para establecer la identidad de los individuos lleva a un nuevo esencialismo.

Por otra parte, desde un punto de vista ontológico, ¿qué son los mundos posibles?. La respuesta a este interrogante puede ser doble:

1) son simples descripciones del mundo tal como habría podido ser o tal como podría ser;

2) son mundos independientes de nosotros en universos reales pero distintos del nuestro, lo que supone la existencia de una realidad modal compuesta de objetos posibles.

La segunda posición, de un realismo extremo, es la defendida por David Lewis en su obra On the Plurality of Worlds (1986). Según este autor los mundos posibles son entidades reales, aunque no actuales, y el mundo actual es sólo uno de los mundos posibles. Diversas corrientes de lógica discuten acerca de si estos mundos tienen alguna realidad (realismo), si son meramente instrumentos lógicos (formalismo) o mero producto de la mente humana (constructivismo).


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