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Manes o Mani

Religión fundada por Mani o Manes, persa aristócrata, nacido en Babilonia (216-275) y educado en una secta baptista, quien, tras algunas revelaciones recibidas en su juventud, que atribuyó al Espíritu, inició diversos viajes misioneros que ocuparon buena parte de su vida, reuniendo a un gran número de discípulos que llegaron a extenderse por todo el Oriente Medio y desde el noroeste de la India hasta el norte de África. Seguidor de esta religión fue Agustín de Hipona, a sus 29 años, tras conocer en Cartago a Fausto de Milevo, obispo maniqueo de grandes dotes oratorias. Aunque renunció más tarde a estas creencias y se convirtió en uno de sus grandes detractores, el maniqueísmo dejó sin duda alguna huellas en el espíritu de este gran padre de la Iglesia, como el problema del mal y los principios dualistas. Considerado durante mucho tiempo como una mera herejía del cristianismo, documentos hallados a fines del siglo XIX, los «textos de Turfán», y los posteriores descubiertos en Argelia y Egipto, permiten considerar el maniqueísmo como una religión revelada de carácter sincretista (mezcla de zoroastrismo, budismo y cristianismo), y una especie de estadio final de la gnosis, una de cuyas afirmaciones fundamentales es la existencia de dos principios o naturalezas: la luz y las tinieblas, el bien y el mal, o Dios y la materia. A una primera fase inicial de afirmación dualista y separación de estos dos principios, el tiempo pasado, sigue otra, la presente y de tiempo medio, en que el bien y el mal se hallan mezclados, y en la que se marca el destino ético del hombre, cuya alma, partícula de luz, mezclada con la materia, ha de alcanzar el tiempo futuro y final, cuando de nuevo todo lo que es luz podrá librarse de la materia, que es el mal. Los principios éticos maniqueos imponían una conducta marcada por la renuncia y las prohibiciones, que imponían sobre todo de forma rígida a la clase de los «elegidos», que distinguían de los simples «oyentes», que sólo podían llegar a ser elegidos en una posterior metempsicosis.

En contextos polémicos, y en materias sobre todo humanistas, se tilda de maniqueísmo la tendencia a dividir, de forma simplista y sin fundamento, opiniones, actitudes y personas en buenas y malas, sin atenerse a la prudencia de tener en cuenta los matices que la realidad exige.