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Nombre con el que se conoce un movimiento surgido en Francia a mediados de los años 1970 formado por jóvenes profesores de filosofía, activos participantes en la revuelta de mayo de 1968 que, aunque no constituyeron propiamente una corriente de pensamiento estructurada, mantuvieron unas cuantas tesis en común: fundamentalmente su rechazo del marxismo que antes generalmente habían adoptado. El nombre de «nuevos filósofos» fue acuñado por uno de ellos, Bernard-Henri Lévy, en un artículo de la revista «Les Nouvelles Littéraires», de junio de 1976, y rápidamente el movimiento de los nuevos filósofos pasó a ser muy promocionado por los medios de comunicación de masas, hasta convertirse en una «moda». La mayoría de sus miembros habían sido militantes de la Unión de Estudiantes Comunistas o de la Gauche Proletarienne, y habían sido activos militantes maoístas hasta principios de los años setenta. Pero el fracaso de la revolución cultural china, que se venía a sumar al fracaso de la revolución bolchevique, y el conocimiento de los textos del escritor ruso disidente Soljenitsin (especialmente El archipiélago Gulag), que denunciaba los campos de concentración para disidentes políticos en la Unión Soviética, condujo a estos filósofos a considerar que el fracaso político del marxismo era inherente al marxismo mismo, y proclamaron que Marx es el Gulag (el campo de concentración y exterminio) y el marxismo es la barbarie, aunque se presente con rostro humano. A partir de este momento criticaron ácidamente la ideología de la que hasta entonces se habían nutrido. Se mantuvo como movimiento hasta la caída del muro de Berlín y la descomposición del llamado «bloque socialista» de los países vinculados a la antigua URSS.

Su reflexión se encuadra también dentro de los marcos teóricos heredados del estructuralismo, y la crítica que los nuevos filósofos dirigen a Marx parte del conocimiento que de él tienen a través de Althusser. Por otra parte, Nietzsche, Heidegger, Lacan y Foucault son otros puntos de referencia comunes a la mayoría de los nuevos filósofos. Como núcleo alrededor del cual surge este movimiento se puede situar el pensamiento del filósofo Maurice Clavel, de orientación derechista y con fuertes rasgos místicos y religiosos (que propugna la renovación de lo político a través de lo religioso, ya que en la época del fin de toda ideología sólo queda la religión), y la publicación, en 1976, del libro L'Ange (El ángel) de Christian Jambert y Guy Lardreau, en el que se somete a fuerte crítica el maoísmo, al que se caracteriza como manipulación de la conciencia.

Las tesis básicas que defendieron una buena parte de los «nuevos filósofos» son: nada es real excepto el «discurso» y la manipulación al servicio del Maestro-Patrón, al servicio del Estado que manipula el deseo de los oprimidos o de los esclavos, corrompiendo el pensamiento, el deseo y el placer, por lo que los mencionados autores se acercan a posiciones ascéticas y consideran que todo cambio político o social ha de pasar primero por una conversión moral (algunos autores han calificado a los nuevos filósofos de «nuevos gurus», o de retro-espiritualistas). Consideran que el marxismo es el peor residuo del racionalismo y que ha convertido la razón en razón totalitaria y razón de Estado, y reivindican aspectos de las tradiciones irracionalistas, vinculándose a un movimiento de recuperación de un neorromanticismo o una filosofía del «sentimiento». El mismo Descartes, pero especialmente Hegel y Marx (los Maestros-Patronos del pensamiento) son considerados como los máximos exponentes de un movimiento de totalitarización de la razón. Por los mismos motivos, sospechan de la ciencia y denuncian su carácter manipulador y totalitario. Pero junto con el rechazo del marxismo, rechazan también el Estado, con lo que se acercan a posiciones que son una mezcla de anarquismo y neoliberalismo. Afirman que el individualismo y el colectivismo o totalitarismo se implican mutuamente, y el socialismo y el capitalismo son dos aspectos complementarios de una misma voluntad de poder. Ahora bien, su rechazo de la política, y una cierta concepción telúrica de vuelta a la naturaleza y de recuperación de las características y diferencias regionales, no les impide participar activamente en determinadas actividades políticas. Así, muchos de ellos participaron en organizaciones políticas en las que coincidían con conocidos intelectuales de derechas, y dieron soporte electoral a candidaturas de partidos derechistas. Por ello, de un sector de los nuevos filósofos surgió la llamada «nueva derecha» (Clavel y los autores de L'Ange). Otros, en cambio, participaron como consejeros del partido socialista francés (Henri Lévy), o se mantuvieron en posiciones críticas independientes y de orientación más cercana a la izquierda, como André Glucksmann, por ejemplo.

Se ha señalado el contraste entre este movimiento francés con la Escuela de Francfort, pues mientras este movimiento de los nuevos filósofos es fundamentalmente negativo (definido por su «anti») y su nivel de conceptualización y elaboración teórica es muy irregular, el movimiento alemán había tratado muchos de los mismos aspectos y había efectuado muchas de las mismas críticas, pero con un rigor mucho mayor. De todas maneras, entre estos dos movimientos hay una diferencia fundamental, ya que los seguidores de la teoría crítica de Francfort no sólo no rechazan la tradición racionalista ilustrada, sino que valoran positivamente el legado de la Ilustración, mientras que los nuevos filósofos abogan más bien por la tradición irracionalista. Los «nuevos filósofos» más conocidos son, además de los citados: Jean Marie Benoist, Michel Guerin, y Jean Paul Dollé.

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