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En general, toda filosofía que hace del lenguaje el tema central de sus reflexiones. Aunque la filosofía se ha ocupado desde sus orígenes de problemas relativos al lenguaje, sólo en el s. XX se ha producido lo que se ha dado en llamar el «giro lingüístico» (R. Rorty) o aquel «cambio de marcha» (J. Ferrater Mora) en filosofía, que ha hecho del lenguaje, no meramente un objeto de estudio como instrumento o medio de comunicación, sino el medio mismo en que ocurre el conocimiento, llegándose hasta a identificar lenguaje y conocimiento: en esta época, «el conocimiento se ha vuelto oracional», según se expresa Ian Hacking, al preguntarse ¿Por qué el lenguaje importa a la filosofía? (ver cita). La paternidad de este giro lingüístico se atribuye justificadamente, por un lado, al desarrollo de la lógica matemática, iniciado con las investigaciones de G. Frege, que suscitaron la aparición de Principia Mathematica (1910-1913), obra con la que Whitehead y Russell intentan fundar la matemática en la lógica y, por el otro, a la publicación del Curso de lingüística general (póstumo, 1916), de Ferdinand de Saussure, base de la lingüística estructural que desarrollan la Escuela de Praga (1929) y el Círculo lingüístico de Copenhague (1931). Nunca, a lo largo de la tradición filosófica, han sido de poca importancia las cuestiones sobre el lenguaje, aunque han sido más bien tratadas de forma puntual y aislada; así sucede, por ejemplo, en la cuestión de la relación entre las cosas y su nombre, planteada en los comienzos de la filosofía en el diálogo Cratilo, de Platón (ver cita); la misma teoría de la verdad por adecuación, de Aristóteles, la cuestión de los universales, estudiada por los lógicos medievales, y los tratados escolásticos acerca del significado (ver cita) hasta los planteamientos, ya más fundamentales, del s. XVII, cuando con el racionalismo de Descartes y la Lógica de Port-Royal, escrita por Antoine Arnauld y Pierre Nicole, se desarrolla una teoría del conocimiento que hace de las ideas las representaciones de las cosas (la llamada teoría del espejo o del reflejo: las ideas son el reflejo de la realidad), de la que el empirismo, por obra sobre todo de Locke, extrae una primera teoría semiótica que interpreta que las palabras son los signos de las ideas (ver cita).

Estos problemas sobre el lenguaje son ejemplos concretos de una actitud filosófica general y tradicional, que lo considera como instrumento y vehículo de comunicación y de conocimiento. Existe, no obstante, otra tradición filosófica, surgida principalmente en los siglos XVIII y XIX en Alemania, que supera el concepto instrumental del lenguaje y ve en él una fuente de conocimiento de la realidad y de lo que es el hombre. Esta concepción se basa en las investigaciones lingüísticas inspiradas en la Ilustración y en el romanticismo alemán de J.G. Herder y Karl Wilhem von Humboldt, sobre todo, para quienes el lenguaje no es un mero producto u obra del hombre (un ergon), sino una energía (enérgeia) del espíritu, donde se encarna la concepción del mundo propia de una nación, y modela y domina la subjetividad del individuo; se produce aquí no sólo el comienzo de los estudios de lingüística histórica y comparada, sino, desde el punto de vista filosófico, el salto de perspectiva según el cual el lenguaje deja de ser un simple objeto (de estudio) y se convierte en un elemento estructurador de lo que es el hombre y a la vez realidad primaria en la que el hombre se halla inmerso y anterior a él, de manera que la comprensión que el hombre alcanza del mundo y de sí mismo no puede hacerse sino por medio del lenguaje. Por esta línea han ido las investigaciones de autores como Husserl, Heidegger, Cassirer, Autor:Merleau-Ponty,_MauriceMerleau-Ponty, Gadamer y otros. Los estudios etnológicos del siglo actual reafirmaron esta relación entre lenguaje y hombre, mediante la confirmación empírica de la relación que existe entre el lenguaje y la cultura o sociedad; la llamada hipótesis de Sapir-Whorf establece que el mundo real de cada uno está modelado de forma inconsciente por los hábitos lingüísticos del grupo a que pertenece, esto es, que el lenguaje configura nuestra experiencia del mundo. Desde la filosofía, los estudios se orientaron hacia el problema del significado, porque éste es el alma de la palabra y, según Frege, el significado común y público con que la humanidad transmite el «tesoro común de pensamientos» de una generación a otra (ver cita). En esta época, que Ian Hacking llama del «apogeo del significado», hace su aparición una de las formas fundamentales de filosofía del lenguaje actual, la filosofía analítica, conjunto de tendencias filosóficas diversas que mantienen como característica común el punto de vista de que los problemas filosóficos surgen de un mal uso del lenguaje, y que su solución consiste en un proceso de clarificación del significado de los enunciados, recurriendo para ello a métodos de lógica formal, o a los usos de las palabras en el lenguaje común.

El lenguaje se ha convertido en las primeras décadas del s. XX en uno de los temas fundamentales de estudio de la filosofía, o quizá el principal y dominante, al atribuírsele la capacidad configuradora de lo que es el ser humano o al considerarlo como la forma en que se expresa el conocimiento, identificándolo con el conocimiento mismo y con lo que Popper llama el conocimiento objetivo.

En general, la filosofía del lenguaje toma en consideración tres realidades básicas fundamentales: los hablantes, el lenguaje y el mundo, y su objetivo es clarificar las relaciones que rigen entre ellos (ver texto ). Tres maneras de enfocar las diversas cuestiones que suscita este intento de clarificación han dado lugar a tres corrientes fundamentales contemporáneas de filosofía del lenguaje: la de la filosofía analítica, con sus dos vertientes, formalista y del lenguaje ordinario, la de la hermenéutica y la del estructuralismo.


Dos imágenes de la Torre de Babel, símbolo mítico de la incomunicación originada por la diversificación de lenguas.


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Bibliografía sobre el concepto

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  • Lyons, J., Semántica. Teide, Barcelona, 1980.
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Relaciones geográficas

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