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Representación de la isla de Utopía. Grabado de Holbein, 1516

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Por sus particularidades geográficas, las islas evocan simbólicamente lugares paradisíacos separados del mundo profano; no se llega fácilmente a ellas, es necesario un peligroso viaje y, con él, una iniciación. Aquél que llega a la isla simbólica alcanza un lugar puro y nuevo. Esta idea estaba muy presente en la mente de los descubridores de América que creyeron haber encontrado el “nuevo mundo”, la isla de los bienaventurados, es decir, el lugar propiamente utópico. Según los textos tardos medievales, el tabernáculo del santo Grial, donde se hallaba la copa con la sangre de Cristo, se encontraba en una isla misteriosa. Los emperadores chinos viajaban a las islas de Oriente para escapar de la maldad de la corte (es decir, el mundo profano y malvado). La isla simbólica es inalcanzable para quien no es puro, e incluso, invisible. Los alquimistas se refieren a la isla como el lugar secreto donde se realiza la Gran Obra, escribe d’Hooghvorst : “En medio del mar de los filósofos hay una isla desolada que permanece a la espera de esta fecundación, también denominada creación, que los amantes de la sabiduría llaman con sus deseos” y la relaciona simbólicamente con la isla de Delos de la mitología, donde Latona dio a luz a los gemelos divinos Ártemis y Apolo.