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Jesús no sólo enseña a los suyos a llamar a Dios “Padre nuestro” (Mt 6,9) sino que da el título de “hijos de Dios” a los pacíficos (Mt 5, 9), a los caritativos (Lc 6, 35), a los justos resucitados (Lc 20, 36). El fundamento de este título se precisa en la teología paulina. La adopción filial era uno de los privilegios de Israel pero ahora los cristianos son hijos de Dios en un sentido mucho más fuerte, por la fe en Cristo. Por tanto, no se trata de un título que muestra el amor de Dios a sus criaturas sino que el hombre participa de la naturaleza de aquel que lo ha adoptado por hijo.