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Gusto o sistema gustativo, uno de los cincos sentidos externos, o exteroceptivos, cuyo órgano sensorial está formado por las papilas gustativas (quimiorreceptoras) situadas en el epitelio mucoso de la lengua (en punta, lados y parte posterior) y el paladar blando, que por contacto con alguna sustancia en solución producen los «sabores». Los sabores primarios son las sensaciones básicas del sentido del gusto: dulce, ácido, salado y amargo. La percepción del gusto está muy relacionada con la del olor; muchos sabores dependen de los olores. Los impulsos nerviosos que parten de las células gustativas se transmiten al tronco del encéfalo, tálamo y corteza cerebral.

También capacidad de apreciar, o juzgar, lo artístico, lo estético o lo bello. Desde el s. XVIII, los autores que introducen las primeras teorías propiamente estéticas la vinculan con el sentimiento, facultad que consideran autónoma e independiente del entendimiento; el sentimiento estético puede definirse vagamente, aunque característicamente, con la expresión que emplea el Padre B. Feijoo (1676-1764), como la capacidad de captar «el no sé qué» (título también de un ensayo suyo) de los objetos bellos. Como el carácter subjetivo del sentimiento hace del gusto un fenómeno totalmente subjetivo y esto contradice la posibilidad de hablar de un gusto general o universal, como el que supone el arte clásico, por ejemplo, Kant (ver Crítica del juicio) identificó el gusto con el juicio del gusto y éste con el juicio estético. El gusto, sentimiento de lo bello, es un juego, o una armonía, entre imaginación y entendimiento: es una experiencia universalizable de los objetos sin recurrir a conceptos, idea que interpreta como una comunicación obtenida por medio del sentimiento; como que no se trata de una comunicación de hecho, sino de la posibilidad de comunicación entre muchos por medio del sentimiento, se trata también de una capacidad a priori, y por eso el gusto es universalizable (ver texto). Lo bello nos agrada, y por esto es subjetivo («sobre gustos no hay nada escrito»), pero al mismo tiempo, su percepción va acompañada del juicio de que ha de gustar a todos, o de que hay gustos equivocados («hay gustos que merecen palos») y en esto es objetivo u objetivable (ver texto 1 y texto 2).

Que el gusto sea universalizable hace posible no sólo el ejercicio del juicio estético, el gusto, sino también el juicio crítico del gusto, el oficio del juicio estético, la crítica estética. A la comunicabilidad se añade la expresión de lo bello en obras de arte sometidas a una forma estética, y el conjunto puede ya analizarse en conceptos, como un contenido objetivo. La crítica puede, además, transformarse, si se utiliza con sentido común, de forma reflexiva y responsable, en criterios del gusto; la adhesión a ellos constituye el «buen gusto».


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