Esta palabra, usada primero para designar las divisiones administrativas del imperio romano, comenzó a ser aplicada en la Iglesia al territorio particular sobre el que se ejercía la jurisdicción local de un obispo, en África hacia fin del siglo IV. Actualmente las diócesis son erigidas por la competente autoridad eclesiástica y no son un mero distrito administrativo, sino que, como a través de su obispo está unida con el papa y los miembros del colegio episcopal, representa en su territorio a la Iglesia universal, ya que es una parte esencial del todo.