En general, la teoría que sostiene que nada sucede al azar, sino que todo se debe a causas necesarias, de forma que, conociendo las causas o la suma de condiciones necesarias de un suceso es posible prever la existencia y las características del efecto. Más específicamente, el determinismo universal, también llamado determinismo causal, afirma que todo fenómeno del universo ocurre según leyes causales; este determinismo puede llamarse también principio de causalidad. El determinismo filosófico sostiene, en particular, que también las acciones humanas están causalmente determinadas y son, por tanto, previsibles y predictibles. El determinismo teológico, por su parte, sostiene, según algunas formulaciones, que la omnisciencia de Dios implica que los sucesos, incluidos los de orden moral, se hallen también determinados. Lo que se opone a la tesis del determinismo en general se llama indeterminismo, y lo que se opone al determinismo psicológico se llama libre albedrío o libertad humana. A la afirmación de que los sucesos en que interviene el hombre están determinados se la denomina fatalismo. El fatalismo, en el terreno de lo histórico es, de hecho, junto con la noción de necesidad, en el terreno de los fenómenos naturales, la versión más antigua del determinismo propia del mundo griego, atestiguada en el mecanicismo materialista de algunos presocráticos y, en especial, de los atomistas, así como en el mecanicismo y fatalismo de los estoicos y los epicúreos. En el período de la filosofía escolástica la necesidad fue considerada un privilegio exclusivo de Dios y de las ideas divinas, o del terreno de la lógica, mientras que la libertad psicológica del hombre era un supuesto necesario de todas las doctrinas religiosas de salvación. El concepto de determinismo, si no la palabra misma, aparece con la ciencia moderna de los siglos XVII y XVIII, que rechaza el modelo aristotélico de las cuatro causas como explicación de los cambios físicos. El modelo mecanicista de la ciencia física clásica hace enunciar a Pierre Simon de Laplace (1749-1827), astrónomo y discípulo de Newton, en 1814, el principio determinista por excelencia:una mente imaginaria poderosa, que conociera en un instante dado todos los hechos que acaecen en el mundo y las leyes a que están sometidos, podría conocer también todos los acontecimientos pasados y futuros para cualquier otro instante. Principio, de todas formas, ya formulado filosóficamente por Kant al precisar la más fundamental de todas las condiciones de posibilidad de la experiencia: el principio a priori de que todo cuanto sucede está determinado por su causa. Se habla también de determinismo no causal: según Mario Bunge, un determinismo lato implica que se sustituya el principio de causalidad universal (todo obedece a causas) por el de legalidad universal (todo obedece a leyes, causales o no). En la física contemporánea, no obstante, se entiende normalmente como determinismo el formulado por Laplace en Éssai philosophique sur les probabilités [Ensayo filosófico sobre las probabilidades] (1814) (ver texto ). Este determinismo expresa el supuesto de la física clásica según el cual los fenómenos de la naturaleza podían ser conocidos según leyes causales cada vez más exactas y precisas; las leyes estadísticas o probabilísticas, aplicadas a determinados fenómenos naturales, como los cuerpos en estado gaseoso o la misma conducta humana, no se debían sino a un conocimiento imperfecto de las condiciones de observación. Pero la aparición de la física cuántica ha restado universalidad a este principio de determinación causal: la física no admite que exista un límite indefinido de precisión en la descripción de los fenómenos, y afirma que, debido al denominado principio de indeterminación, formulado por W. Heisenberg, no es posible formular predicciones definidas para el conjunto de los sucesos subatómicos. Físicos y filósofos discuten sobre cómo hay que interpretar el indeterminismo de la física cuántica y si, y hasta qué punto, obliga a revisar la teoría del determinismo causal tal como lo ha sostenido y entendido la física clásica.
El determinismo filosófico, por su parte, es la teoría que afirma que también las decisiones humanas se hallan sometidas al determinismo universal, por lo que, igual que cualquier fenómeno de la naturaleza, la conducta humana obedece a leyes causales. En principio una afirmación de esta índole parece negar la existencia del libre albedrío, o libertad humana, así como, a la inversa, la afirmación de que el hombre es libre en su decisión de poder actuar o no parece negar la validez universal del determinismo. Pueden, no obstante, formularse ambas cosas sin contradicción: la voluntad humana es libre y el determinismo físico es verdadero. Que todo suceso humano pueda predecirse no significa que todo acontezca en el hombre por coacción (o compulsión)interna o externa (ver texto). Dejamos de ser libres sólo si obramos por imposición -coacción, compulsión u obligación- de otro o de alguna cosa o situación o condicionamiento, internos o externos. Por esto se dice que todo acto humano, aun siendo libre, es previsible y, por lo mismo, que está determinado (por todos los factores de tipo psicológico individual, familiar y social y moral, que influyen en una elección). Esta manera de entender la libertad del hombre se ha formulado a lo largo de la historia de diversas maneras: los estoicos creen conciliar el impulso del destino con la libre determinación humana (ver cita); Hume define la libertad como «el poder de actuar o no de acuerdo con las determinaciones de la voluntad» y Kant habla de la doble causalidad en la que se encuentra el ser humano: la del orden fenoménico, la propia del determinismo de cualquier sistema físico newtoniano, y la del orden nouménico, o causalidad propia de la voluntad, esto es, la libertad. De ahí la definición de libertad humana como autodeterminación: la capacidad de determinarse a sí mismo.
. Partiendo del supuesto de que los hechos humanos también están sometidos a alguna clase de determinismo y de que las ciencias, también las denominadas ciencias humanas, estudian las regularidades y conexiones entre fenómenos que suponen algún tipo de determinación, se habla de otras clases de determinismo. Así, el determinismo psíquico postula que todo fenómeno psíquico tiene una causa y, por lo mismo, también la libre elección o decisión humanas, en las que la causa es la fuerza del motivo más potente, o bien la situación interna psicológica determinada por todos los condicionamientos procedentes de la herencia, la biología, la educación, el temperamento y el carácter de la persona que decide o el inconsciente.
Muchos planteamientos de la sociología dan por supuesto que los comportamientos sociales no son ni voluntarios ni conscientes, y que el objeto de esta disciplina consiste justamente en descubrir las leyes a que obedecen las fuerzas que actúan en la sociedad. Así, según Durkheim, los hechos sociales se explican por otros hechos sociales y éstos deben tratarse como si fueran cosas.
El materialismo histórico representa una forma específica de determinismo histórico, al entender la historia, no como fruto de las voluntades individuales de los hombres, lo cual no sería más que una forma de idealismo, sino como resultado de las leyes generales de la historia, determinadas por la estructura económica de la sociedad y aun de la misma lucha de clases.
Es cuestión abierta a la libre discusión el precisar si, y hasta qué punto, las motivaciones y los condicionamientos sociales y psicológicos son verdaderas «causas» necesarias de las actuaciones de los individuos, o son más bien elementos que hay que tener en cuenta para una correcta comprensión o explicación de las decisiones personales libres. En principio, en toda conducta libre, tanto en el aspecto social como psicológico, se dan motivaciones y condicionamientos; la libertad sólo rechaza la imposición o coacción externa, así como la ignorancia o la fuerza compulsiva o coactiva interna, patológicas o no.
En teología católica, doctrina que sostiene que todos los movimientos voluntarios del hombre no vienen producidos por una decisión libre sino que están previa y unívocamente determinados a esa dirección en virtud de unas causas externas o internas. Ciertos sistemas deterministas admiten la libertad de Dios pero la niegan en las criaturas (determinismo teológico). Otras aunque admiten la existencia de Dios, niegan que Él sea libre (determinismo metafísico). Pero la mayor parte de las teorías modernas sobre el determinismo (físico, biológico y psicológico) rechazan simplemente la idea de Dios y ven en el mundo un sistema cerrado en el que todo se explica por principios físicos inmutables.