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La enfermedad, con sus sufrimientos, plantea un problema a los hombres de todos los tiempos. En el antiguo Oriente se consideraba como una plaga causada por espíritus maléficos y eran los sacerdotes los que practicaban exorcismos para obtener la curación. La revelación bíblica, partiendo de este estado de cosas, deja a un lado el aspecto científico del problema. Se aplica exclusivamente al significado religioso de la enfermedad y de la curación en el designio de la salvación. A lo largo de todo su ministerio, Jesús encuentra a enfermos en su camino. Sin recurrir a la doctrina de la retribución, ve en la enfermedad una consecuencia del pecado, un signo del poder de Satán sobre los hombres y esto inspira su acción. Las expulsiones de demonios y las curaciones de los que están enfermos significan el triunfo de Jesús y la instauración del reino de Dios en la tierra. La única exigencia que Jesús manifiesta a los enfermos es que crean, pues todo es posible a la fe. Los milagros de curación anticipan, pues, el estado de perfección que la humanidad hallará en el Reino de Dios y comportan un significado simbólico. La enfermedad es símbolo del estado en que se halla el hombre pecador y representa la curación espiritual que Jesús viene a operar en los hombres. Así, en el mundo cristiano, el enfermo no es un maldito del que todos se apartan sino imagen y signo de Cristo.