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Aristóteles

Para Aristóteles, todo cuerpo está limitado por una superficie (pues está en un lugar) y tiene dimensión en todas direcciones (que para él son tres: alto, ancho, largo). Por ello, entra en la categoría de la cantidad continua, como la línea o la superficie. De ahí se infiere también que para Aristóteles un cuerpo tiene siempre una cierta solidez. En cualquier caso no debe confundirse «cuerpo» y «materia» (ὕλη), ya que este último concepto, no se refiere nunca a una realidad absoluta, sino que siempre es un concepto relativo a un determinado punto de vista que debe entenderse en el contexto del hilemorfismo. Todo cuerpo está constituido por una determinada materia, pero no es simplemente materia. Además, los cuerpos son realidades sensibles, mientras que la materia puede ser no sensible (Aristóteles habla, por ejemplo, de la materia de las palabras...) A su vez, los estoicos y los epicúreos introdujeron la impenetrabilidad como propiedades de los cuerpos, aunque los estoicos admitían la interpenetrabilidad entre la materia (que es corporal, pero no es equivalente a cuerpo, y el pneuma, πνεῠμα-(traducido como espíritu), que también es corporal, pero no material). También en la escolástica se señaló que la característica básica de los cuerpos es su disposición a extender las partes en el espacio y a ser impenetrables (partes extra partes).

A partir del Renacimiento, la anterior física cualitativa aristotélica se va matematizando cada vez más y, dentro de esta tendencia, se sitúa la filosofía de Descartes (1596-1650) que reduce los cuerpos a la sustancia extensa (res extensa) en «longitud, anchura y profundidad». Su afirmación de la existencia de una única y misma materia en todo el universo (una única extensión en la que todas las variaciones que se observan son debidas a la movilidad y divisibilidad de las partículas que la componen. No hay átomos ni hay vacío, hay una sola sustancia extensa que forma un plenum, una sola extensión de la que están compuestos los mismos corpúsculos), junto con la caracterización de los cuerpos como tal sustancia extensa, conduce a la identificación entre materia y cuerpo. Los cuerpos se pueden caracterizar por las mencionadas propiedades geometrizadas y por principios de conservación, y, además, de hecho, a pesar de que irreflexivamente pueda parecer lo contrario, los conocemos mucho peor que la propia razón (ver texto ).

Pero la física cartesiana, que había geometrizado el espacio y la materia, no era capaz de explicar el dinamismo, por ello tuvo que dar paso a una física dinámica en la que, para dar explicación del movimiento, introdujo la noción de unas fuerzas, internas a los cuerpos mismos, capaces de producir relaciones dinámicas. Esto condujo a una polémica entre los mecanicistas «puros» y los dinamicistas. En el contexto de esta polémica se sitúa la posición de Leibniz (1646-1716), que considera la sustancia material como mónadas inextensas dotadas de fuerzas y finalidad, y que son las que producen las características espaciales de los cuerpos. Finalmente, la física clásica alcanzaría su estatus de ciencia teórica plenamente desarrollada con la obra de Newton (1642-1727), que introdujo el concepto de fuerza física capaz de actuar a distancia. El gran éxito de la teoría de la gravitación universal, basada en las nociones de inercia, masa y fuerza, consagraba la noción de cuerpo como entidad tridimensional provista de masa, sometida a las leyes de la inercia y a las distintas fuerzas (en especial, a la gravitatoria).

En la época contemporánea, la noción de cuerpo se ha vuelto a relativizar pues, en el dominio de la mecánica cuántica, la noción clásica ya no es utilizable, y se ha sustituido por la noción de dualismo onda-corpúsculo (o dualismo entre onda y cuerpo). En este sentido, la mecánica cuántica ha tendido a relativizar cada vez más la noción de cuerpo, tan importante en las concepciones del atomismo antiguo, de la física de los siglos XVII y XVIII y del mecanicismo (base de la concepción del cuerpo y del hombre como máquina), y se acerca (bien que por motivos harto diferentes) a la noción aristotélica de materia. Así, la noción de cuerpo aparece más bien como una noción propia de la experiencia común e ingenua, como el correlato objetivo de nuestras percepciones, o como la exterioridad percibida, y tiende a desaparecer del escenario de la física teórica.