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(del latín qualitas, manera de ser, que traduce el griego ποιότες, poiotes)

En general, modo de ser. Una de las diez categorías de Aristóteles, quien, después de que Platón empleara inicialmente el término (poiotes), da comienzo a una de las maneras más duraderas de considerar cómo son y se nos aparecen las cosas, distinguiendo en ellas, fundamentalmente, la sustancia y los accidentes, y dando particular importancia entre éstos a la cualidad y a la cantidad. La importancia de la cualidad y la cantidad para la percepción sensible hizo que se las denominara también formas accidentales de las cosas, por oposición a la forma sustancial.

Aristóteles
Galileo Galilei
R. Descartes
I. Newton

En la física aristotélica, las «cualidades» son propiamente los principios activos -lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco- que, uniéndose por pares no contradictorios dan origen a los cuatro elementos de Empédocles; el intercambio de estas cualidades fundamentales explica la transformación de los elementos entre sí, mientras que la combinación de los elementos da origen a la variación de la naturaleza. La física aristotélica es precisamente cualitativa, porque se basa en la combinación de las cualidades, las mencionadas y otras menos fundamentales, como son los opuestos cualitativos duro-blando, denso-raro, etc.

A finales de la Edad Media (s. XIV), aparecen los primeros intentos de medir cuantitativamente las variaciones intensivas de las cualidades por parte de los escolásticos de Oxford William Heytesbury, Richard Swineshead y John de Dumbleton; se comienzan a dar, de esta maneras, los primeros pasos hacia una aplicación de las matemáticas a la física, que es la actitud que dará origen a la ciencia moderna. La nueva física de la revolución científica (s. XVII), que se fundamenta en una teoría corpuscular de la materia y que se remite a la antigua tradición atomista de los griegos, relega a un segundo término la teoría de las cualidades aristotélicas, que entiende como formas sustanciales o accidentales, y por lo mismo como cualidades ocultas, dando primacía a una interpretación mecanicista de las propiedades de los cuerpos. Remontando a una distinción hecha ya por Demócrito, se distingue entre cualidades primarias y secundarias, a las que se considera, correlativamente, objetivas y subjetivas. Tanto Galileo como Descartes comparten la idea de que las cualidades de un cuerpo se explican por acción de la materia en movimiento y en ambos cobran mayor importancia las cualidades primarias, que se caracterizan por no ser inmediatamente perceptibles y referirse a una realidad más honda no directamente experimentable, y ser sobre todo cualidades cuantificables susceptibles de ser medidas (forma, tamaño, situación en el espacio y en el tiempo, movimiento, etc.). Las directamente perceptibles por los sentidos (color, sabor, calor, sonido, etc.) son, desde el punto de vista de la ciencia, escasamente importantes y de valor subjetivo; puros nombres, sostiene Galileo. Descartes afirmará la existencia de una sola cualidad primaria, la extensión, a la cual se reduce cualquier otra cualidad, cuyo origen no es más que la materia extensa en movimiento. Newton mantiene como cualidades primarias la solidez, la masa, la dureza, la impenetrabilidad y el movimiento, como cualidades propias de los átomos y de los cuerpos; las demás cualidades (secundarias) son reacciones de las propiedades primeras de los átomos entre sí o de los cuerpos entre sí. La filosofía empirista consagra por obra de Locke la distinción de las cualidades en primarias y secundarias; el fenomenismo de Berkeley elimina de raíz tal distinción identificando toda propiedad de los cuerpos con las sensaciones subjetivas.

I. Kant

La filosofía trascendental de Kant cambia la perspectiva de lo que es objetivo y subjetivo por la de lo que es trascendental y constitutivo a priori de conocimiento (sintético), por lo que decae el interés por la distinción entre cualidades primarias y secundarias. La cualidad es en Kant una de las doce categorías, la que justamente se refiere a la posibilidad de percibir cosas (fenoménicamente) reales: todo lo percibido ha de tener necesariamente una magnitud intensiva, un grado; no puede ser percibida ninguna cualidad de grado cero, o intensivamente nula: sería la nada, la negación, no una realidad.

En la filosofía de la ciencia actual se habla de cualidades intensivas y cualidades extensivas, nociones que corresponden normalmente a lo que se llama cualidad y cantidad. Se prefiere hablar de propiedades de las cosas, que se nombran con conceptos clasificatorios y comparativos, pero sobre todo con los conceptos cuantitativos o mediciones.

En lógica la cualidad de un enunciado categórico la determina el carácter afirmativo o negativo del mismo (Ejemplo: «Todos los hombres son iguales» es un enunciado cualitativamente afirmativo. «Ningún hombre tiene privilegios ante la ley» es un enunciado cualitativamente negativo).


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